ARQUITECTÓNICAS

Donde Winston Churchill encontró su inspiración

image81Hoy nos vamos a disfrutar de una villa marinera ubicada cerca de la capital de Madeira. Se trata de Cámara de Lobos, un lugar privilegiado donde todavía se puede disfrutar de la esencia y de la tradición marinera de un pueblo y de unas gentes que han sabido adaptarse al terreno abrupto y a convivir con la fuerza del mar.

Situada al sur de la mayor isla que forma el archipiélago de las Madeira, de homónimo nombre, esta ciudad se encuentra encarada hacia los cálidos vientos meridionales que soplan desde lo más profundo del océano Atlántico. Ocupa toda una falda de la zona montañosa costera convergiendo en una bahía transformada en la actualidad en un  encantador puerto pesquero.

La ciudad en su lado occidental limita con el Cabo Girão, auténtica mole rocosa que con sus 580 metros de altura domina toda la bahía con unas vistas impresionantes sobre ella. Este acantilado goza por de ser uno de los más altos de Europa. Por contra, en el lado oriental una costa abrupta surcada de pequeños acantilados y pequeñas playas de piedras nos acercan a Funchal, capital y principal ciudad del archipiélago y nos hacen recordar el origen volcánico de la isla.

Aunque esa bella naturaleza original ha quedado sometida a las necesidades del hombre, con un poco de imaginación podemos proyectar nuestra mirada hacia el pasado e intuir la belleza natural existente en este lugar antes de la llegada del hombre a estas tierras.

En 1418 el navegante João Gonçalves Zarco descubrió la isla de Porto Santo, la segunda isla del archipiélago. Un año después una expedición dirigida por él mismo arribó a esta isla de Madeira. Buscando cobijo del temporal recaló en esta bahía poniendo pie a tierra y reclamando estas tierras para el Reino de Portugal. El lugar, abrupto y lleno de acantilados, estaba ocupado por lobos marinos y de ahí tomó su nombre: Cámara de Lobos. Esa expedición también realizó una exploración costera para recabar información sobre su geografía litoral. Pero no sería hasta 1425 que se procedería a la colonización de estas bellas tierras.

Nosotros nos alojamos en Funchal. Desde la capital hay buena combinación por carretera con Cámara de Lobos que se encuentra a poco más de diez kilómetros de distancia desde el centro. Disponer de coche de alquiler es importante para visitarla aunque se puede llegar fácilmente a este lugar con transporte público ya que hay diversas líneas de autobús que unen Funchal con el occidente de la isla realizando parada en esta ciudad. Nosotros optamos por conocer el paisaje abrupto y lleno de acantilados que nos muestra su geografía costera realizando el camino de ida a pie, itinerario al que dedicaremos un artículo especial más adelante en este blog. Nuestra llegada a la ciudad se realiza por su lado costero oriental, por el caminho da Trinxeira, en lo que es un apacible paseo en el que la cálida brisa del mar nos acompaña durante el trayecto. Nada más alcanzar las primeras casas de la ciudad, nuestras vistas quedan prendadas ya desde lejos con la imagen de las paredes verticales del acantilado de Cabo Girão que se encuentra al otro lado del puerto. Casas encaladas de blanco nos dan la bienvenida a cada paso; miradas y saludos agradables de los habitantes nos muestran la afectuosidad de estas gentes.

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Desde balcones y terrazas ubicados a lo largo del paseo vemos la algarabía que hay en una piscina pública situada a pie de acantilado con un gran disfrute de la misma. Unos pasos más adelante, saltos al agua de adolescentes desde posiciones elevadas en las rocas hacen que te fijes en ellos aunque nos presentan muchas reticencias a ser fotografiados. Los observamos durante un rato mientras le damos un descanso al disparador de la cámara. Desde esta zona se aprecia la zona portuaria en toda su magnitud con las barcas varadas en la orilla de la pequeña playa interna que hace las veces de «aparcamiento» de las embarcaciones.

Un poco más adelante y a la altura de las primeras embarcaciones varadas sin dejar el camino (a la derecha de la imagen) y a modo de nota anecdótica, nos encontramos que en este recodo del mundo es donde el que fue primer ministro inglés y premio Nobel de Literatura, Winston Churchill tomó inspiración a base de ver las evoluciones de los pescadores en sus barcas. Era aficionado a la pintura y le gustaba inmortalizar en óleo escenas típicas de pescadores. Y la verdad es que no es de extrañar que quedara prendado de este lugar. Corría el año 1950. Al año siguiente resultó elegido como primer ministro británico por segunda vez. Una placa indica el lugar donde solía plantar su caballete en el mirador que recibe su nombre.

Desde este mirador se domina todo el puerto pesquero. El puerto es el auténtico epicentro comercial y eje vertebrador de la dinámica empresarial y comercial de la ciudad. Y prueba de ello es que desde el mismo puerto, haciendo las veces de escenario, se divisa el pueblo, encaramado, a modo de anfiteatro, en toda su plenitud. Las casas nos contemplan y ocupan la ladera montañosa hasta llegar a los pies de los acantilados de la bahía. Son casas sencillas y de una sola planta, con sus tejados rojos y paredes encaladas en un blanco vivo encaradas al Sol. Por encima de ellas los campos de plataneras se disponen en terrazas. Todo este conjunto, mar, casas y plantaciones le dan mucho colorido y riqueza cromática al paisaje de la ciudad. Más allá el espacio es ocupado por viñedos. Cabe recordar que esta isla es un importante productor de vino: el conocido vino de Madeira. Otras fuentes de agricultura del lugar son los cerezos y diferentes especies de hortalizas. La agricultura está favorecida por el clima templado que impera durante la mayor parte del año.

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En el puerto las barcas tradicionales, con sus llamativos colores, se encuentran recaladas en su interior a expensas de las mareas y de que los marineros partan mar adentro, en un océano de azules, frías y agitadas aguas. La pesca es una de las principales actividades de este pueblo, siendo la captura del pez espada negro su principal fuente de ingresos. Este pez habita las profundidades, es alargado, de color oscuro y dispone de una boca alargada y unos dientes muy afilados. Es posible verlo en los puestos de venta de pescado y causa impresión por su aspecto voraz. Otras especies que se capturan en estas costas son sepias, pulpos, lenguados, atunes, doradas, bacalaos y sardinas.

Caminando desde el puerto a través de la Rua São Joãn de Deos llegamos a la Iglesia de San Sebastián, una iglesia del siglo XVI que externamente se muestra de un blanco inmaculado siguiendo la constancia de color del viejo barrio marinero. Posee un campanario de planta cuadrada con relojes en la parte superior en cada uno de sus lados. Pero su mayor secreto se encuentra guardado en su interior: su retablo gótico es de obligada visita para admirar todos sus detalles. Un señor, muy amable, nos invita a pasar y nos muestra el interior del templo.

Por detrás de este este edificio, nos sumergimos en el pequeño paseo marítimo del puerto donde una pequeña playa pedregosa nos permite hacer un alto en el camino y sentarnos sobre un palet (a modo de toalla) para descansar y apreciar la infinitud del bello paisaje costero.

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Actualmente, la ciudad se ha convertido en típico destino turístico donde la aparición de autocares cargados de innumerables turistas ha pasado a ser estampa habitual. La pequeña ciudad, y su centro marinero, quedan impregnados por grupos de visitantes, que no pasan desapercibidos, y que se comportan como una marea en la urbe con una explosión de color y jolgorio propias de esa clase de viajeros modernos.

Y ya, para acabar la visita, tenéis que degustar la poncha en cualquier taberna cercana del puerto. Es una bebida originaria de esta ciudad y era usual tomarla entre los marineros para fortalecerse y sacarse el frío del cuerpo. Es una bebida que en origen se realizaba a base de zumo de limón, miel y aguardiente de caña de azúcar, aunque en la actualidad también se puede tomar en su versión no alcohólica. Su frescura y sabor os dejará perplejos y seguro que con ganas de volver a repetir.

Una manera de disponer de buenas perspectivas sobre la bahía desde el interior del pueblo es ascendiendo por cualquiera de sus empinadas calles. Sorprende ver personas mayores subiendo o bajando las calles con una soltura que a nosotros nos es imposible reproducir. Siempre es posible encontrar algún pequeño rincón diáfano que hará las veces de pequeño mirador desde donde poder contemplar la bahía.

Una de las atracciones turísticas próximas es el mirador del Cabo Girão, ubicado en su cima. Se pueden contemplar unos paisajes cautivadores y que causan verdadera impresión de vértigo. Nosotros preferimos dejarlo para otra ocasión y acercarnos a la parada del autobús para realizar, esta vez sí, el trayecto de retorno a Funchal mediante el transporte público.

En definitiva ésta es una ciudad que el viajero que visita Madeira no debería perderse. De claro ámbito marinero, destila esencia marina por sus cuatro costados. Unas vistas privilegiadas sobre un espacio abrupto y un ambiente en la calle muy cercano y afable hacen de ella un lugar idóneo para conocer sus gentes y entablar atractivas conversaciones con los lugareños. Es un lugar que nos colmó de agradables sabores y vistas que perdurarán durante años en nuestras mentes y retinas.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

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