Arte escultórico

La sonrisa de Hotei

Después de un largo periplo en que el blog ha estado huérfano de creatividad ya es hora de retomarlo en el punto donde lo dejé para continuar creciendo con él y para poner orden sobre un montón de ideas que no han parado de fluir en mi mente y que próximamente verán luz en artículos que espero os puedan interesar.

Y me gustaría volver con una enorme sonrisa ya que hacía tiempo que diversos motivos familiares impedían adivinar una de tan grande en mi rostro.

Armado con su poderosa sonrisa y su enorme panza, Hotei, el monje budista que habitó alrededor del siglo X de nuestra era en los alrededores del monte Siming (en la actual China) no se cansaba de expresar sabios aforismos a sus seguidores a quienes dejaba absortos con cavilaciones sobre su asombrosa doctrina mientras él se sumergía en un estado de hilaridad que acababa contagiando a todo aquel que estuviera alrededor.

De ahí que su imagen fuera asociada a una deidad de la abundancia (por su amplio conocimiento del pensamiento) y de la felicidad (por sus alegres manifestaciones).

En su día a día destilaba austeridad, amabilidad y humildad a la vez que ejercía de maestro con un pensamiento ágil e inteligente que confería gran poder de meditación entre sus discípulos.

Me viene a la cabeza aquel día en que sentado junto al camino a la sombra de un enorme árbol aprovechaba la tranquilidad del momento y la frescura del ambiente para meditar. Un discípulo suyo que transitaba por allí se le acercó sacándole de sus pensamientos mientras aprovechaba para preguntarle sobre el motivo por el cual en aquel momento de tranquilidad no riera. Hotei, ni corto ni perezoso, aprovechó la ocasión para indicarle que en ciertos momentos uno debe prepararse para continuar riendo. Y levantándose se alejó con una sonrisa de oreja a oreja mientras el desafortunado alumno quedaba atónito con su respuesta.

Fruto de esa estampa bonachona y sonriente se le suele representar sentado con una amplia sonrisa y una túnica abierta por la que desborda su amplia barriga.

Si le ponemos un poco de imaginación es fácil observar el prominente movimiento de su panza al compás de su risa.

Y, como no podía ser de otro modo, no falta en nuestro hogar su figura. Y ahora, sentado frente a ella, bajo esa forma metafórica su mente, su cuerpo y su pensamiento disponen de un excelente trampolín desde el que prodigar esa filosofía zen que tanto destacó en sus apotegmas. Recorrido tengo todavía para disfrutar de sus enseñanzas y de sus risas.

Un saludo,

© Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.

Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí.

PD.: Como blog viajero y, en cierto modo también comunicativo, me limito a realizar una labor divulgativa y desinteresada de aquellos aspectos que me parecen atractivos en este mundo que me rodea. A través de los artículos publicados, en donde expreso mis inquietudes y reflexiones, pretendo aportar una experiencia que pueda ser válida para quienes puedan seguirme e interesarse por alguna de las temáticas tratadas. Os agradezco vuestros comentarios pues así podremos compartir conocimientos y enriquecernos mutuamente lo cual redundará en un beneficio para todos los lectores.

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