
Hoy volvemos a tierras extremeñas para conocer el puente romano de Mérida, uno de aquellos monumentos con carácter que nos muestran y recuerdan la magnificiencia de la arquitectura romana de su época imperial. Ambiciosa en su aspecto y homogeneidad, los ingenieros romanos aprovecharon su pericia y conocimiento tecnológico para levantar una obra que perdura más de dos milenios después de su construcción a pesar de haber sufrido diversas heridas (ya cicatrizadas) en su vasta historia y que es considerada como el más largo de los puentes que fueran construidos en aquella época.
Un llano bañado por el río Guadiana y resguardado por una ligera ladera entre dos cerros fue considerado un lugar propicio para que el emperador Augusto mandara fundar la ciudad de Emerita Augusta (la actual Mérida) en el año 25 a.C. para acomodar a los legionarios licenciados de las legiones V Alaudae y X Gemina, que habían participado en las guerras cántabras contra cántabros y astures.
El enclave donde se situaba la ciudad era fundamental desde el punto de vista geoestratégico convirtiéndose desde sus inicios en importante nudo de comunicaciones comerciales del oeste peninsular lo que propició un rápido desarrollo de la colonia y de su entorno. Hacia el norte conectaba a través de la ruta de la plata con Asturica Augusta (la actual Astorga). Al oeste conectaba con Olisipo (la actual Lisboa). Hacia el sur hacía lo propio con Itálica (situada en el término municipal de la actual Santiponce) e Hispalis (la actual Sevilla) desde donde la ruta se prolongaba hasta el puerto de Gades (la actual Cádiz) o hacia Tarraco (Tarragona) a través de la vía Augusta, que era la principal calzada romana de Hispania.
Emerita Augusta acabaría convirtiéndose pronto en una de las grandes ciudades del Imperio Romano de la Península Ibérica gracias a ser declarada capital de la provincia de Lusitania. Conforme se iba urbanizando y construyendo la colonia se proyectó y realizó también el puente en ese final del s. I a.C.
A todo esto habría que añadir que el conjunto arquitectónico romano de Mérida esté declarado desde 1993 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, lo que representa un gran aliciente para pasearse por Mérida y disfrutar como viajero no solo de la ciudad sino también de la inmensidad de restos romanos diseminados por la misma.
Pero volviendo al puente, los ingenieros romanos se encontraron que en este punto en el que nos encontramos el cauce del río era ancho y existía una isla en su parte central que dividía el río Anas (así se llamaba antiguamente el Guadiana) en dos, por lo que proyectaron y ejecutaron dos puentes en el río que partían desde cada una de sus orillas y confluían en la isla aprovechando sendos vados. Ambas construcciones estaban formadas por un núcleo de hormigón revestido de sillares de granito que se asentaban sobre una cimentación de hormigón. La isla, a su vez, fue adaptada para que ejerciera de tajamar aunque a inicios del siglo XVII desapareció tras una fuerte crecida.
En la actualidad el puente se nos presenta en tres partes bien diferenciadas, que describimos más adelante, separadas cada una de ellas por descendederos. Sus dimensiones son monumentales. Posee una longitud total de 792 metros conteniendo 60 arcos de medio punto siendo su altura más elevada de 12 metros sobre el nivel medio de las aguas fluviales. Además, la anchura de su calzada es de 4,5 metros lo que posibilitaba el paso de dos carros en direcciones contrarias (un aspecto interesante al ser el puente tan largo).
Con la inauguración, el 10 de diciembre de 1991, del puente Lusitania, situado aguas arribas, el puente romano pasó a ser peatonal prohibiéndose el desplazamiento rodado sobre su calzada, lo que ayuda enormemente a su preservación y conservación.
Nos adentramos, pues, paseando en el puente a través del primer tramo, que es el que parte desde la vieja Alcazaba árabe. Ésta es el fragmento que mejor se conserva de todo el conjunto y donde podemos apreciar la arquitectura romana en todo su esplendor tal y como podemos observar en la imagen que encabeza este artículo. Posee 10 arcos de medio punto donde nos damos cuenta de la robustez de sus pilastras cuadradas. Al asomarnos por el pretil observamos en las pilastras más avanzadas el tajamar circular que las refuerza para conseguir una menor resistencia a la fuerza de la corriente. También podemos observar los aliviaderos ubicados en las pilastras, formados por arcos más pequeños de medio punto que servían para disminuir la fuerza que ejercía el agua sobre la estructura durante las crecidas.
Este primer tramo finaliza en el descendedero del Humilladero que permite el acceso a una extension de tierra en medio del río convertida en la actualidad en parque y que es un interesante espacio natural donde pasear, hacer deporte o entretenerse todo escuchando los sonidos de los alegres pájaros que vuelan de aquí para allá en esta época del año.
Desde este punto se inicia el segundo tramo, que ha sido el más castigado por las avenidas por situarse en el centro del río y por destrucciones ex-profeso realizadas a lo largo de su extensa historia. También es el que peor conserva su origen romano al haber sido restaurado en diversas ocasiones. En este tramo central los vanos son mayores y las pilastras rectangulares poseen unos tajamares triangulares y unos contrafuertes en su parte opuesta para fortalecer la estructura ya que la fuerza del agua es mayor aquí.
Se sabe de una primera restauración realizada por los visigodos en el siglo V aunque probablemente no fuera la primera que sufriera. En el siglo IX se destruyó una pilastra para apaciguar una rebelión. Hubo diversas restauraciones durante los siglos XIII y XV, siendo la más importante la que fue realizada en el siglo XVII a consecuencia de los graves destrozos que ocasionó la avenida del 20 de diciembre de 1603 que hizo desaparecer la isla fluvial y se vieron obligados a añadir cinco arcos para enlazar los dos puentes unificándolos en uno solo. En el siglo XIX se restauraron varios arcos destruidos durante la Guerra de la Independencia Española. Una nueva riada en 1860 ocasionó una nueva restauración en 1878.
Este tramo finaliza en el descendedero de San Antonio, nombre que adquiere por una capilla dedicada a ese santo que se ubicaba en este lugar.
A partir de aquí se inicia el tercer y último tramo que es largo pero poco profundo situado al oeste sobre el margen derecho del río. Salva un terreno inundable y donde, en consecuencia, los arcos son más pequeños prescindiendo de los aliviaderos entre las pilastras. Esta parte también mantiene su aspecto original romano. Cabe mencionar que a consecuencia de unas obras de regeneración de los márgenes del río aparecieron en 1990 tres arcos que habían quedado ocultos y olvidados por el paso del tiempo.
No obstante, desde estas líneas os animamos a que descubráis más sobre Extremadura. A nosotros nos encanta. Esperamos que la disfrutéis, al menos, tanto como nosotros y en un futuro lo más próximo posible, si no lo habéis hecho ya.
Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.
Localización:
Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí en noviembre de 2019.
PD.: Como blog viajero y, en cierto modo también comunicativo, me limito a realizar una labor de divulgación de aquellos aspectos que me parecen atractivos en este mundo que me rodea. A través de los artículos publicados, en donde expreso mis inquietudes y reflexiones, pretendo aportar una experiencia que pueda ser válida para quienes puedan seguirme e interesarse por alguna de las temáticas aquí planteadas. Os agradezco vuestros comentarios pues así podremos compartir conocimientos y enriquecernos mutuamente lo cual redundará en un beneficio para todos los lectores.
©Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.
Categorías:... del barrio de Gràcia, ARQUITECTÓNICAS, Arquitectura, Artes, BLOG, Callejeando, Civil, Destinos, Edad Antigua, Edificaciones, España, España (por provincias), Extremadura, Fotografía, Fotografías, Historia, Imperio Romano, Inicio, Mérida, MIRADAS, Miradas fotográficas, Puentes, Rincones, Romana, Urbana
1 respuesta »