
Probablemente, una de las imágenes que mejor resumen esta tragedia (retransmitida a través de múltiples medios de comunicación y por las redes sociales) sea la caída de la aguja (la fléche, como la conocían los franceses), que coronaba la cubierta del templo: un enorme pináculo que seguía los cánones de las agujas de dos pisos de otras catedrales góticas francesas y que Viollet-le-Duc erigió sobre su portentoso crucero durante la restauración del templo realizada por este gran estudioso del arte medieval en 1860. La belleza de la torre radicaba en su fabuloso armazón de madera de roble y su cobertura de plomo, que la hacía mostrarse altiva sobre el Sena e imprimía carácter al edificio religioso con sus 93 metros de altura sobre el nivel del suelo.
Ha sido un fatal desenlace en plena Semana Santa para tan voluptuosa silueta. Sus 750 toneladas de peso caían con un fuerte estrépito bajo las temibles llamas que ascendían, devorándolo todo a su paso, de entre el enorme andamio de hierro montado expresamente para su restauración. Y todo ello bajo la incrédula mirada de las gárgolas y quimeras de la catedral.
Tras su caída y como si de un fabuloso presagio fuera se han encontrado los restos del gallo que, situado a modo de veleta en el remate final de la aguja, presumía de ser el primer ente en ver el amanecer del nuevo día. Todo un símbolo de la Resurrección de Cristo. Desde 1935 el cardenal Vernier, a la sazón arzobispo de París, dispuso que en su interior se guardasen diferentes reliquias de San Dionisio (primer obispo de Lutecia), de Santa Genoveva (patrona de París) y de un fragmento de la corona de espinas de Cristo.
En la base de la aguja se encontraban situados diferentes estatuas que dispuestas en cuatro grupos se orientaban hacia cada uno de los puntos cardinales los cuales componían en su conjunto un mensaje bíblico con la representación de sus doce apóstoles y cuatro evangelistas. Se da la circunstancia que la única estatua que miraba a la aguja fuera la que representaba a Santo Tomás, cuya cara era la viva imagen del propio arquitecto Violet-le-Duc. Con afán de perdurar en el tiempo, ésta fue una forma de proclamar al pueblo que esa aguja era la obra cumbre del arquitecto francés. Ahora, ese anhelo intemporal ha quedado consumido. El resto de estatuas miraban hacia el exterior, hacia la ciudad.
Por suerte, estas estatuas fueron retiradas con anterioridad al incendio para facilitar la tarea de restauración, por lo que no se han visto afectadas por el fuego.

Pero ésta no ha sido la primera torre que desaparece de la catedral. Hubo una anterior, originaria del siglo XIII que a modo de campanario ejercía de emblema de la cristiandad en estas tierras. A consecuencia del deterioro causado por el devenir del tiempo, de las malas condiciones de conservación y de las adversidades climatológicas se constató que existía un riesgo real de caída, por lo que tuvo que ser desmontada en 1786.
Apagado ya el incendio los restos calcinados y fundidos de la aguja yacen sobre el suelo de la nave principal de la catedral.
Ahora comienza el fatigoso recuento de bienes salvados, perdidos o dañados así como las ingratas labores de limpieza, acondicionamiento y restauración de los diferentes elementos de la catedral que han sido, en mayor o menor medida, afectados por el fuego o por el agua usada para su extinción.
Estamos seguros que una nueva aguja se alzará en el lugar donde se encontraba la perdida. Ahora sólo hace falta obtener un acuerdo político, religioso, social y económico para encauzar su construcción y para restaurar en su totalidad el templo dañado.
Ojalá no queden sólo en buenos propósitos y pronto podamos admirar y contemplar con entusiasmo una nueva aguja.
Desde estas líneas os animamos a que la recordéis.
Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.
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Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí en mayo de 2015.
PD.: Como blog viajero y, en cierto modo también comunicativo, me limito a realizar una labor divulgativa y desinteresada de aquellos aspectos que me parecen atractivos en este mundo que me rodea. A través de los artículos publicados, en donde expreso mis inquietudes y reflexiones, pretendo aportar una experiencia que pueda ser válida para quienes puedan seguirme e interesarse por alguna de las temáticas tratadas. Os agradezco vuestros comentarios pues así podremos compartir conocimientos y enriquecernos mutuamente lo cual redundará en un beneficio para todos los lectores.
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