Hoy nos vamos a acercar al municipio de Canet de Mar, sito en la costa barcelonesa del Maresme, para conocer la historia de una escultura en forma de cruz. Es una estructura arquitectónica realizada en piedra ubicada en la cima más alta de esta localidad catalana desde donde se divisa una interesante perspectiva del pueblo así como de su litoral bañado por las aguas del Mediterráneo. Esta cruz es bien visible desde el mar y es conocida por los nombres de Pedracastell o Creu de Canet, resaltando sobre la cumbre de la montaña de mismo nombre desde donde sirve como punto de referencia para los navegantes que transitan por esta zona.
Mientras disfrutamos del paisaje y de la fresca brisa marina que nos envuelve permanecemos sentados a los pies del monumento para conocer un poco más su peculiar historia, ya que no es la primera cruz que se encuentra ubicada en este lugar.
La primera de ellas fue colocada el 1 de enero de 1902 a consecuencia del llamamiento que el Papa León XIII promulgó para que los pueblos levantasen cruces con tal de conmemorar la entrada del nuevo siglo. En aquella época el catolicismo era un eje vertebrador de la cultura y de la sociedad civil por todos estos territorios. Fruto de esa promulgación las fuerzas vivas del municipio encargaron el diseño de la cruz a uno de los arquitectos modernistas más importantes del momento que, justamente en esa época tenía su residencia en esta localidad catalana: Lluís Domènech i Montaner. La obra fue promovida por Marià Serra i Font, prohombre y político local que cedió unos terrenos de su propiedad para la colocación de la cruz y que años más tarde se convirtió en alcalde de la localidad.
Esa primera escultura se diseñó en estilo neogótico pero debido a sus grandes dimensiones, que abarcaban 12 metros de altura incluyendo el zócalo y un travesaño de 4 metros de largo, su coste se elevó muy por encima del presupuesto previsto. Aunque inicialmente esta circunstancia originó cierta reticencia y desaconsejó su desarrollo, finalmente se acordó realizarla bajo la premisa que el valor del dinero no podía ser una barrera material para rendir un sentido homenaje a Dios.
Como la idea e intención primigenia era que la obra perdurara en el tiempo se acordó que el material debía ser de primera calidad. Para ello se adquirió piedra de la cantera de Montjuic, una montaña situada en Barcelona ciudad, cuya dura piedra gozaba de gran valor y prestigio. La ejecución se demoró varios meses hasta hallar una piedra que reuniera las cualidades y dimensiones adecuadas para su realización.
Como todo tenía que ser perfecto, para esculpirla fueron contratados los servicios del taller de Alfons Juyol Bach, sito en Barcelona, que era uno de los más prestigiosos del momento.
Una vez esculpida la cruz en sus diversas partes, para su transporte se requirió de un carro tirado por once caballos que realizaron el camino desde el taller hasta Canet de Mar (cuya distancia es superior a los 40 kilómetros). Desde esta localidad situada a nivel de mar, los distintos elementos fueron trasladados hasta su ubicación final, situada en la cumbre de la montaña donde tras un arduo trabajo de montaje quedó plantada sobre un sólido zócalo.
El lugar fue bendecido en mayo de 1902 en un acto que reunió a las máximas autoridades locales y que fue celebrado con gran orgullo y satisfacción.
Años más tarde y para desgracia de cuantos se habían esforzado para disponer de esa cruz, un violento vendaval asoló el área la noche del 26 al 27 de diciembre de 1926 echando abajo la estructura con la consiguiente rotura de tan preciado elemento arquitectónico.
Ante la magnitud de la tragedia se decidió acometer lo más rápido posible la realización de una nueva cruz. Para ello se contó con los mismos planos originales de la primera ya que se contrataron los servicios de dirección de Pere Domènech i Roura, hijo del arquitecto que dirigió los trabajos de la anterior cruz y que había fallecido pocos años antes. Esta nueva cruz fue bendecida en otro importante acto colectivo el 30 de octubre de 1927.
Pero al cabo de pocos años otra vez la desgracia envolvía este lugar.
En julio de 1936, al inicio de la guerra civil española, diversos miembros anarquistas cegados por un absoluto furor anticlerical la destruyeron detonando sus pétreos cimientos. Y no sólo eso sino que también se cargaron irremediablemente otros interesantes elementos católicos de la localidad. Una verdadera lástima pues se perdieron para siempre valiosas joyas arquitectónicas y escultóricas.
En los años 40, ya finalizado el enfrentamiento bélico, y para paliar ese déficit en lo alto de la cumbre, se dispuso provisionalmente una cruz de madera en espera de poder recaudar el dinero suficiente como para poder encargar la realización de una nueva cruz de piedra.
Esta cruz, que es la cuarta que ocupa este lugar, ofrece una clara influencia gaudiniana y es la que podemos observar en la actualidad. Fue realizada en 1954, siendo más sencilla en su diseño con respecto las dos primeras. Los tiempos habían cambiado y la sociedad católica la auspició siendo erigida por el arquitecto Isidre Puig Boada, que había sido discípulo de Antoni Gaudí y codirector de las obras de la Sagrada Familia en los años 50 del siglo pasado.
Esperemos que este último monumento perdure en el tiempo y sea punto de interés y referencia para las nuevas generaciones que vengan a conocerlo.
Desde estas líneas os animamos a que lo descubráis. Esperamos que lo disfrutéis, al menos, tanto como nosotros.
Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.
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Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí en julio de 2018.
PD.: Como blog viajero y, en cierto modo también comunicativo, me limito a realizar una labor divulgativa y desinteresada de aquellos aspectos que me parecen atractivos en este mundo que me rodea. A través de los artículos publicados, en donde expreso mis inquietudes y reflexiones, pretendo aportar una experiencia que pueda ser válida para quienes puedan seguirme e interesarse por alguna de las temáticas tratadas. Os agradezco vuestros comentarios pues así podremos compartir conocimientos y enriquecernos mutuamente lo cual redundará en un beneficio para todos los lectores.
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