Almohade

Curiosidades de la Torre del Oro

A la Torre del Oro los musulmanes la denominaban Borg-al-Azajal, nombre que hacía referencia a su dorado color reflejado sobre las aguas del Guadalquivir. Vistas desde el Puente de San Telmo.

Ahí lleva casi 800 años siendo la referencia de la ciudad para los navegantes que llegan a ella remontando el curso del Guadalquivir y la envidia de Triana (barrio hispalense ubicado al otro lado del río). Esta construcción en origen proyectada para la defensa militar y que ha sido testigo de muchos acontecimientos importantes de la historia de Sevilla tampoco ha pasado desapercibida a nuestros ojos viajeros.

Situada en pleno Paseo de Cristóbal Colón sigue dominando como antaño hiciera la zona que fuera de extramuros de la ciudad, por esta orilla del río, así como su actividad fluvial.

Sus privilegiadas vistas y su fisonomía actual concebida en tres cuerpos construidos en épocas diferentes nos siguen sorprendiendo a medida que nos acercamos a ella, paseando tranquilamente a través del Puente de San Telmo.

El saber que ha sido salvada varias veces de ser demolida por el fervoroso apoyo de la población hispalense aún nos causa si cabe, más interés del que ya tiene por sí misma.

Pero vamos por partes ya que hay mucho que explicar y mucho que aprender de nuestra visita.

Para todos es conocida que la arquitectura de los edificios viene proporcionada por el momento de su construcción y la finalidad para la que se han proyectado y, precisamente, esta circunstancia es la que la convierte en peculiar.

Para entender esta estructura arquitectónica hay que remontarse hasta el siglo XIII, en plena época almohade, para encontrarnos con la necesidad del caíd de la ciudad de proteger tanto el puerto fluvial como el acceso al sector más cercano de la urbe frente a un eventual ataque ante los sucesivos avances de los reinos cristianos en una época de reconquista de territorios musulmanes.

A principios de ese siglo, el gobernador de la ciudad, Abù I-Ulà ordenó la construcción de esta torre albarrana en la orilla izquierda del Guadalquivir. En aquella época quedaba unida a la muralla (demolida en 1868) mediante un puente. Cabe imaginarnos este recinto fortificado junto al río guarneciendo el acceso fluvial a la ciudad y ofreciendo cobertura a la muralla que unía la Torre de la Plata con el Alcázar.

Su construcción a base de piedra se inició en 1220 para acabar al año siguiente. La torre presenta una planta dodecagonal con saeteras y ventanas a diferentes alturas, además de balcones (esto últimos se abrieron durante la tercera ampliación) y almenas. Esta construcción inicial se corresponde con el primer bloque inferior de mayor volumen. Sus 15,20 metros de diámetro, su altura de 20,7 metros y su diseño arquitectónico ofrecían una poderosa defensa.

En su interior este espacio se encuentra dividido en tres plantas sostenidas mediante arcos semicirculares y bóvedas de arista. Contempla una construcción sobria típica del arte y concepción almohade y presenta la particularidad de la disposición defensiva diferente en cada faceta del prisma según sus lados sean pares o impares, favoreciendo que su guarnición realizara una defensa más efectiva.

Atracción turística junto a la Torre. Al fondo a la izquierda podemos apreciar la figura de la Torre Cajasol.

Con el avance de las tropas cristianas hacia el sur la ciudad fue reconquistada por las tropas castellanas de Fernando III el Santo tras 14 meses de asedio. En las crónicas de Alfonso X el Sabio (hijo del anterior) se citan los últimos envites de los atacantes y la rotura de las defensas por este lado de la ciudad llevadas a cabo por la flota cántabra del almirante Ramón de Bonifaz que tras remontar el río consiguieron romper la gruesa cadena que unían las barcazas que formaban el puente-barrera que comunicaba Triana con Sevilla. Con ese acceso destruido que imposibilitaba la llegada de refuerzos y suministros a la plaza desde territorios musulmanes y el posterior ataque terrestre comandado por las tropas de Garci Pérez de Armas, Axaraf, el caíd de la ciudad acabó por rendir la plaza el 23 de noviembre de 1248.

Como curiosidad os indicamos que a tenor de la gesta de la rotura de las cadenas por marinos cántabros los escudos de Santander y Cantabria presentan dibujadas en sus blasones la Torre del Oro y un barco en el momento de la rotura de las cadenas que culminó con la Toma de Sevilla.

Tras su reconquista la torre pasó a ser capilla donde se veneraba a San Isidoro. Posteriormente se usó como cárcel para los nobles de la ciudad así como polvorín.

En el siglo XIV Pedro I el Cruel (aunque atroz, sus partidarios lo conocían con el sobrenombre de “el Justiciero”) acomete la construcción de un segundo bloque levantado sobre el primero a base de ladrillo y que alcanza una altura de 8’5 metros con terraza almenada. Por aquellas fechas surgió la leyenda que el rey usaba esta torre como refugio para cobijar a las damas que él cortejaba ya que era famoso por sus relaciones extramatrimoniales. Las malas lenguas pregonaban que mientras cortejaba a María de Padilla en el Alcázar, hacía lo propio con Aldouza Coronel en la Torre del Oro. ¡Quién sabe qué hay de cierto en esas habladurías!

A partir del descubrimiento del Nuevo Mundo, Sevilla se convierte en uno de los principales centros de salida y llegada de embarcaciones y mercancías hacia el nuevo continente. La ciudad se convierte en un hervidero de buscavidas, comerciantes, cambistas y marineros afanosos por encontrar rápida fortuna y prosperar a cualquier precio en las tierras de ultramar recién descubiertas.

Tal calibre de oportunidades de negocio durante el siglo XVI erigen a Sevilla como la principal ciudad del Imperio Español.

Todo este bienestar queda truncado en la primavera de 1649 con la virulenta llegada de la peste que acompañada de graves afectaciones climatológicas a través de devastadoras inundaciones afectaron cruelmente a las cosechas provocando una terrible escasez de productos básicos a la vez que un encarecimiento de los mismos y unas condiciones higiénicas deplorables. Como resultado de esa brutal embestida la epidemia campó a sus anchas a todo lo largo y ancho de la ciudad, llegando a ocasionar, según algunas estimaciones entre 60.000-70.000 muertes en la ciudad. Eso supuso la pérdida aproximada del 50% de su población y provocó su declive como centro generador de comercio con América a favor de Cádiz.

Pero esta terrible situación también ocasionó el abandono y posterior deterioro de la torre hasta tal punto que tuvo que restaurarse en años posteriores.

Para desgracia de todo el esfuerzo generado para salvaguardarla, el violento terremoto de Lisboa de 1755 no tuvo piedad de ella y la afectó causando tan graves desperfectos que se pensó en demolerla, iniciativa impulsada por el Marqués de Villa Real y que cayó, por suerte, en desgracia ante la enconada negativa de los vecinos a su derribo.

En 1760 se ejecutó su restauración por el ingeniero militar Sebastián Van der Borcht y se consolidó con la construcción del tercer cuerpo, una pequeña torre alzada en su parte más alta de base circular y rematada por una cúpula recubierta de azulejos dorados. Además se aprovechó para abrir los actuales balcones del primer cuerpo.

Cuando todo parecía que volvía a la normalidad, se decidió demoler gran parte de los lienzos de las murallas de la ciudad. Corría el año 1868 y la desaparición de la torre también entraba en el proyecto. Otra vez la firme oposición de la población consiguió salvarla de su total destrucción.

De esta forma no es de extrañar el apego que los hispalenses tienen hacia “su torre”, porque son ellos los que han decidido mantenerla alzada a toda costa.

El gobernador de la ciudad, Abù I-Ulà ordenó la construcción de esta torre albarrana en la orilla izquierda del Guadalquivir en una época en que la ciudad estaba amurallada con la intención de guarnecer el puerto fluvial de un eventual ataque externo.

Y aquí permanece actualmente con esa estructura imponente de 36,75 metros de altura que muestra orgullosa toda su esplendorosa belleza, a tan sólo unos cientos de metros de otra de las grandes bellezas de esta ciudad: La Giralda.

Esta circunstancia hizo que en 1931 fuera declarada Monumento Histórico artístico.

Además durante estos casi 800 años transcurridos desde su construcción también ha sabido esconder un preciado secreto: el origen de su nombre:

Los musulmanes la denominaban Borg-al-Azajal, nombre que hacía referencia a su dorado color reflejado sobre las aguas del Guadalquivir. Se creía que ese color era producido por los destellos de los azulejos de la que estaba recubierta en su diseño constructivo original musulmán. Pero las diversas restauraciones por las que ha pasado no han podido encontrar ningún resto que sostenga esa argumentación. Otra posibilidad que se barajó sobre el origen de su nombre es que lo tomara por haber dado servicio como depósito provisional al oro traído de América aunque tampoco constan registros documentales de su uso como almacén de este precioso metal.

El secreto permaneció oculto hasta la restauración realizada en 2005 en que se encontraron restos de una mezcla de mortero, paja y cal que la recubría en origen y que la hacía adquirir ese color dorado por la que es tan conocida.

Los nuevos tiempos han traído nuevos usos. Desde el dos de julio de 1944 alberga el Museo Naval de Sevilla donde se muestran diferentes piezas de la historia náutica de la ciudad así como exposiciones que muestran la historia de la Armada española a través de sus diversas épocas.

Un último vistazo de la misma desde el puente de San Telmo nos brinda una fabulosa perspectiva de la ciudad con su dorado reflejo sobre las aguas del río.

Además, y gracias a ese carácter propio, desde el 13 de agosto de 1992 y coincidiendo con la Exposición Universal celebrada aquí, la torre quedó hermanada con la también famosa Torre Belem de Lisboa. Todo un acontecimiento aprovechando el éxito de participación de la Expo’92.

Actualmente se erige en un importante reclamo turístico por su excelente estado de conservación y por su belleza.

Desde estas líneas os animamos a que la descubráis. Esperamos que la disfrutéis, al menos, tanto como nosotros.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

Localización:

Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí en 2018.

 ©Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.

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