Hoy, 13 de agosto de 2017, se conmemora el 56 aniversario de la construcción del Muro de Berlín, una estampa de vergüenza marcada por un clima prebélico en el interior de una ciudad caída en desgracia tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Aquella década de los años 60 quedó marcada por muchas tensiones entre los diversos bloques que pretendían dominar no sólo Europa, sino también el mundo entero.
Pronto, el muro se convirtió en un mito de la denominada Guerra Fría siendo un verdadero quebradero de cabeza para los que quedaron aislados en su interior. Pero, lejos de ser un accidente en la historia reciente europea, la circunstancia sigue repitiéndose con demasiada asiduidad en países de nuestro entorno en los que se sigue aislando y maltratando la libertad de las personas, que intentan encontrar su porvenir en un nuevo mundo que en la mayoría de las veces no deja de ser sino una pura utopía. Y todo ello en aras de una democracia mal entendida.
Mis pies se encuentran junto a un punto de localización que marca el lugar por donde transcurría el muro. Ojalá el blanco y negro del muro se convierta pronto en color, como mis zapatos, una metáfora cromática con aromas a aires renovadores para así, poder desmitificar, con orgullo, el mito de la «Libertad».
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