... la Barcelona ...

Recuerdos de infancia con un mamut

Recuerdo con especial satisfacción aquellos años en que se prodigaron los paseos dominicales, de la mano de mis padres, por el Parque de la Ciutadella, en Barcelona. Aquellos días de infancia fueron los que me aportaron un grado de conocimiento y de entendimiento de la vida natural tal que ya no he podido dejar de observar y admirar cómo la naturaleza es capaz de proyectarse y sobrevivir en todos los rincones de este rico planeta a pesar de todos los pesares.

Recuerdo la mastodóntica figura del mamut. Aún me embriaga de emoción su mirada, favorecida por sus enormes ojos. Su enorme cuerpo pétreo se mostraba colosal ante mi poca envergadura. Su silueta, sus colmillos y su trompa sabiamente esculpidas mostraban una criatura espléndida que la encumbraba y la hacía protagonista del ecosistema creado a su alrededor. Ella era una de las doce piezas a tamaño real que debían conformar un pequeño museo creado al aire libre de animales prehistóricos en ese entorno. La escultura fue concebida por el escultor Miquel Dalmau cobrando vida en 1907. Pero, tras la súbita muerte del impulsor del proyecto, el geólogo, sacerdote y escritor Norbert Font i Sagué en 1910, este plan quedó paralizado.

Recuerdo los animales disecados en el Castell dels Tres Dragons, edificio en el interior del parque que albergaba el Museo de Zoología. De su interior, aún puedo rememorar las impactantes imágenes del resultado del trabajo expuesto en vitrinas y sobre pedestales de los taxidermistas. En ellos se representaban diversidad de fauna en posiciones más o menos naturales y reales. Mamíferos, aves y reptiles, entre otros, parecían recobrar vida en sus salas y sólo el hecho de poderte acercar tanto a estos animales (aunque fueran inertes y a través de un cristal en la mayoría de los casos) era de por sí toda una experiencia que me hacía emular a los protagonistas de las clásicas novelas de aventuras que solía leer por aquel entonces.

Recuerdo el precioso estanque interior del parque con las ánades nadando plácidamente mientras nerviosas gaviotas surcaban malévolamente el aire prestas al acecho ante cualquier descuidada ave que se pusiera en situación. Junto a ellas pequeñas barcas llenas de familias o de enamoradas parejas surcaban su superficie gobernadas por más o menos diestros brazos.

Recuerdo aquellas extrañas criaturas vigilantes, mitad águilas mitad leones, presentes en la Cascada Monumental del parque. Con el tiempo aprendí que eran grifos, bellos y extraños animales mitológicos que me provocaban enormes sensaciones de temor ante mi infantil mirada. Eran auténticos monstruos surgidos del inframundo con pleno control sobre los cuatro elementos.

Recuerdo aquellos paseos por el interior del parque zoológico, con aquellos desdichados animales encerrados en sus jaulas privándoles de una libertad a la que tenían derecho. Como niño que era, los monos y delfines solían causarme momentos de diversión aunque indiscutiblemente el rey del lugar era el gorila albino. Su sola presencia y sus juegos eran seguidos por muchos curiosos.

Hoy el recuerdo se ha tornado real. Me he acercado hasta el parque. He rememorado aquellos años y aquellas vivencias. Y aunque todo permanece más o menos según mis recuerdos (los grifos siguen vigilantes, las ánades continúan nadando, los animales disecados perduran acogidos en un nuevo recinto habilitado fuera ya del parque, aunque el buenazo de Copito de Nieve –el gorila albino- falleció en 2003), su mirada sigue atrayéndome con la misma pasión como lo hacía antaño. Es una mirada íntima, que aflora sentimiento y confianza. Y es que ella, la mamut, siempre estará en un lugar preferente en mis recuerdos de infancia.

Desde estas líneas os animamos a que la descubráis. Esperamos que la disfrutéis, al menos, tanto como nosotros.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

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Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí.

©Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.

 

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