Pasear por el anillo olímpico de Montjuïc, en Barcelona, nos puede aportar grandes sorpresas sin requerir esperar que éstas provengan de las grandes estructuras arquitectónicas que allí se alzan. En aquellos años previos a los Juegos Olímpicos de 1992 se vivió el sueño colectivo de una sociedad que se asomaba, por la puerta grande, al siglo XXI. Esos aires renovadores permitieron insuflar un nuevo concepto cultural a esta bella ciudad del Mediterráneo. Arquitectos, artistas de todos los ámbitos, diseñadores y un flujo continuo de nuevas ideas transformaron muchos de los espacios desaprovechados de esta urbe en paseos y museos al aire libre. De esta forma la Ciudad Condal pudo lucir sus mejores galas ante el gran espectáculo internacional que representaba ese acontecimiento deportivo celebrado cada cuatro años.
En ese quehacer el ámbito cultural supo aprovechar la ocasión para acercar al gran público las obras de algunos de los principales escultores del momento, estimulando con sumo acierto la mirada y la comprensión hacia esas vivas concepciones creativas de esos grandes artistas tan desconocidos para la mayoría. La cultura se hizo aliada de las gentes.
Y entre esos diseños se encuentra Utsurohi, una palabra nipona que viene a significar “cambio”, un espacio minimalista que refleja con gran acierto tanto el estilo como el profundo trabajo de una gran calidad plástica de la escultora japonesa Aiko Miyawaki.
Enclavado en una superficie de 756 m2, en el Paseo de Minici Natal, el trabajo de esta artista, fallecida en 2014, causa curiosidad y admiración. Los 36 pilares de hormigón aglutinados en siete conjuntos se reparten el área armónicamente. Sobre ellos, 55 cables torsionados de acero se balancean en el aire formando un entramado que emula las copas de los árboles. Y, de pronto, sin darnos apenas cuenta, el bosque inanimado cobra vida: las notas sonoras que emergen del metal al ondularse suponen un guiño al sonido de las hojas batidas por el viento.
Al adentrarnos en él, contemplamos que nosotros también formamos parte de este entramado urbano.
Con nuestra presencia alimentamos el ser creado por Aiko, un ente que se siente latir y que se siente vivo y que, como tal, evoluciona y cambia conforme la luz del día le aporta energía mostrándonos infinidad de reflejos que surcan los aires junto al dinámico vaivén de los cables.
Es un espacio que confiere recogimiento y que muchos se atreven a cruzar despreocupadamente por alguno de sus finitos caminos sugeridos en su particular distribución, pudiendo admirar la belleza de la perspectiva mostrada en todo su transitar.
Inaugurada el 21 de septiembre de 1990, recibió el premio de la Asociación Catalana de Críticos de Arte en 1991.
Compartiendo recinto con Utsurohi se encuentra el Palau Sant Jordi, auténtico paradigma de la arquitectura olímpica, cuyo arquitecto, Arata Isozaki, fue marido de Aiko Miyawaki. Ambas obras representan un sentido homenaje al equilibrio yuxtapuesto de dos concepciones surgidas en el seno de una misma pareja de artistas.
Desde estas líneas os animamos a que lo descubráis. Esperamos que lo disfrutéis, al menos, tanto como nosotros.
Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.
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Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí en enero de 2017.
©Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.
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Muy bonitas tomas, me gusta el resultado que has obtenido.
Gracias y un saludo.
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Cuando he leído el nombre del post creía que íbamos a viajar a Japón y para nada se me habría ocurrido que era el nombre de un diseño que he visto millones de veces y que nunca me canso de admirar!
Por cierto, he perdido todos mis seguidores de wordpress y sería muy feliz si quisieses volver a seguirme 🙂
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