... EL PAÍS CÁTARO

… el País Cátaro. Día 2 de 9: Puilaurens, Peyrepertuse y Termes

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Miércoles.

Hoy el día amanece soleado. Descansados del madrugón y del viaje de ayer, un suculento desayuno es un aperitivo de lo que nos deparará la jornada de hoy. Probablemente sea la etapa más “dura” del viaje, pues tenemos previsto ascender y disfrutar de los castillos de Puilaurens, Peyrepertuse y Termes: tres auténticas joyas dentro del mundo de los castillos de estas tierras que completan con los dos visitados ayer los llamados “Cinco hijos de Carcasona”.

CASTILLO DE PUILAURENS

Partimos de Quillán en dirección sur por la carretera D117 atravesando el angosto paso del desfiladero de Pierre-Lys, en el que se realizan muchas actividades relacionadas con el turismo de aventura. Al salir del desfiladero continuamos en dirección este a través de esta carretera en dirección Perpignan. A pocos kilómetros alcanzamos el pueblo de Lapradelle donde por un desvío a mano derecha ascendemos por una estrecha carretera al castillo de Puilaurens. Estacionamos el vehículo en el aparcamiento habilitado junto a la taquilla. El acceso cuesta 5 euros por persona y, tras adquirirlo, nos ponemos en marcha.

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Llevamos las botas de montaña para evitar deslizamientos y tropiezos puesto que el ascenso es pedregoso y presenta un fuerte pendiente. A lo largo de esta ascensión se presentan en los laterales del camino diferentes especies arbóreas catalogada con sus nombres científicos en lo que resulta ser una pequeño parque botánico que nos ameniza el ascenso.

Después de unos veinte minutos alcanzamos la parte superior del camino. Nos hallamos a los pies del castillo. Nos encontramos con los restos de una poderosa defensa que data del siglo XVII desarrollada en forma de chicane con nueve muros escalonados que nos llevan a una pequeña explanada junto a la barbacana y al acceso principal del castillo. Desde aquí las vistas sobre el paisaje son espectaculares.

El acceso al castillo destaca por sus altos muros y su potente sistema defensivo. Nada más atravesar el vano de la puerta nos encontramos con el corralillo, un pequeño espacio defensivo con otro muro en el que doce saeteras convergen sus miradas hacia nosotros.

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Accedemos al patio de armas, que es una enorme superficie abierta desde donde podemos contemplar el interior de los altos muros y sus dos torres defensivas. La que se encuentra al fondo es la torre sureste que presenta junto a ella una poterna, desde la que se puede salir del recinto, por la que los defensores podían escapar en caso de asalto. Si salís, descubriréis unas estupendas vistas. Además, si os fijáis, en el exterior de esta torre destaca en sus piedras un particular saliente central que era característico de la construcción militar de finales del siglo XIII y primera mitad del siglo XIV.

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En el patio podemos observar los restos de una estructura a modo de viviendas donde se encontraba la cisterna y otra poterna (la norte) desde la que se tienen unas vistas estupendas sobre el pueblo y el valle. Se puede admirar el pequeño sistema defensivo que había en este lugar para evitar el acceso al castillo a través de esta poterna.

Al otro lado del patio de armas se alza el recinto de la Torre del Homenaje. Se accede a través de una rampa que atraviesa la entrada principal. Una vez dentro nos encaminamos a la derecha hacia unos subterráneos que eran usados a modo de almacenes como despensa. Cabe destacar el arco donde se puede apreciar la manera de sustentarse de los muros.

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Nos dirigimos hacia el otro lado de este recinto dominado por saeteras que convergen sobre la chicane de acceso al castillo. Nos encontramos con otra cisterna del castillo. Al fondo del pequeño patio se alza la torre de la Dama Blanca, llamada así porque aquí se alojó Blanca de Borbón, que era sobrina de Felipe el Hermoso. Es curioso de observar el conducto portavoz existente en el lateral interno de la pared que permitía la comunicación entre las plantas de la torre (visible en el centro de la imagen).

Accedemos por una escalera de madera al camino de ronda superior donde podemos observar en el matacán los restos de unas letrinas así como el acceso a diferentes estancias de los restos de la torre del homenaje. Ni que decir tiene que se disponen de unas panorámicas espléndidas sobre el horizonte.

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Aprovechamos que nos encontramos solos y en el punto más alto del mismo para hacernos una idea de lo que era y lo que representó este castillo en época medieval y posterior.

Esta fortaleza fue lugar de refugio de cátaros al iniciarse las cruzadas albigenses (primera mitad del siglo XIII) y, aunque no fue atacado por los cruzados, se sabe que en 1255 se ordenó proteger sus muros por el senescal de Carcasona, por lo que en esa época ya pertenecía al reino francés convirtiéndose en castillo de frontera. En 1260 su guarnición la formaban 25 sargentos.

Posteriores actuaciones aún fortalecieron más las defensas del castillo, siendo los restos que visitamos el fruto de aquellas obras de ingeniería militar.

En 1653 tropas españolas lo conquistan. Después del Tratado de los Pirineos retorna a manos francesas donde pierde su valor estratégico y pasa a desarrollar funciones de cárcel hasta su definitivo abandono.

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Desde el punto donde nos encontramos realizamos una última mirada sobre el paisaje y sobre el castillo antes de iniciar el descenso cuidando de no resbalar ni tropezar, pues la fuerte pendiente puede traernos algún que otro disgusto.

Una vez en el vehículo ponemos rumbo a Cucugnan, el pueblo donde comimos el día de ayer y en el que vamos a repetir la experiencia. Por el camino innumerables campos de vides nos acompañan a través de los valles por los que transitamos recordándonos que esta es tierra de vinos.

CASTILLO DE PEYREPERTUSE

Acabamos de comer. Ya es primera hora de la tarde y vamos a dirigirnos en lo que seguro será el castillo más espectacular que vamos a subir hoy: el de Peyrepertuse. Se encuentra a sólo seis kilómetros de Cucugnan.

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Ya en el camino divisamos su peculiar silueta sobre la montaña. Y es que conforme nos vamos acercando nos llama, nos atrae y nos sorprende. Su figura, como de nave surcando los mares, se alza orgullosa sobre las peñas. Aparcamos junto a la base del castillo. El acceso cuesta 6,5 euros por persona. Paradojas del lugar: iniciamos su ascensión bajando por el camino indicado lo cual nos sorprende pues luego la subida será más dura. Y así resulta. Damos la vuelta por el lado norte por el exterior de la fortaleza por un terreno que resulta en algunos puntos abrupto.

En realidad son dos castillos conectados ocupando toda la superficie de la cima de la montana. Ocupan una longitud total de unos 300 metros con una anchura en algunos tramos que alcanza los 70 metros. Se sabe que el lugar ya se encontraba ocupado desde época romana. El nombre proviene de una piedra perforada (peyreperture = piedra abierta) que fue destruida aproximadamente en el año 1250.

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Los altos muros ya nos impresionan. Comenzamos la visita en el primer y más antiguo de los dos castillos: el conocido como recinto bajo. Cuando cruzamos su puerta principal podemos observar la estructura arquitectónica militar defensiva de la edad media en todo este recorrido. Su patio de armas, de forma triangular, nos deja con la boca abierta. Es un espacio amplio, con los restos marcados de antiguas viviendas y cisternas. Podemos, incluso, apreciar también las letrinas.

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En el interior de la fortificación que alberga la Torre del Homenaje, se encuentra la iglesia de Santa María, levantada en 1115. Unas escaleras suben hasta la vivienda del gobernador donde se conserva una cisterna. Todo el espacio está pensado para actuar como una poderosa defensa ante un eventual ataque externo.

Durante la cruzada albigense, el castillo era éste, el que estamos viendo. Pertenecía a la Corona de Aragón, y si bien no fue atacado en un principio sí lo fue en noviembre de 1240, conforme fue convirtiéndose en lugar de refugio de cátaros y faidits, siendo rendido tras un asedio de sólo 3 días.

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Tras la conquista la fortaleza fue ampliada con el segundo castillo que ya hemos comentado, el de San Jorge, que se ubica en la parte más alta de la cima de la montaña y que es el que se observa al fondo de todo.

De esta forma el castillo de Peyrepertuse se convierte en una de las fortalezas reales francesas más importantes de la frontera sur.

La zona entre los dos castillos se conoce como recinto mediano y se encuentra en un plano inclinado. En él se levantaban sendas cortinas de muro que actualmente se encuentran caídas en muchos de sus puntos. Todavía se mantiene en pie una construcción poligonal en su lado norte.

Cruzado el recinto mediano accedemos al castillo de San Jorge a través de la escalera de San Luis, un paso tallado en la dura piedra que permite acometer este último reducto. Se realizó en 1242 bajo el auspicio del rey luis IX (de ahí el nombre). En los días de fuerte viento se complica el paso por esta escalera a la intemperie por lo que hay que prestar cuidado al pasar por ella.

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Accedemos al recinto defensivo admirando el paisaje que se muestra por debajo nuestro. Ésta es una verdadera atalaya donde el resistir ante un ataque parece ser lo más fácil de todo (sin considerar el hambre, la sed o las enfermedades). En su interior nos encontramos diferentes espacio de viviendas que actúan también como puntos defensivos. Subimos a lo que queda de la capilla de nave única de San Jorge (el punto más alto del castillo).

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Las vistas desde aquí son verdaderamente espectaculares, pues abarcan gran parte del interior de la fortaleza conformada por el recinto bajo y el torreón del gobernador además del recinto medio, así como el paisaje que hay alrededor de la misma. Desde este palco podemos ver, al fondo, el castillo de Queribús.

Una fez firmado el Tratado de los Pirineos, con el consiguiente traslado de la frontera más al sur, el castillo dejó de tener importancia estratégica aunque mantuvo una pequeña guarnición estable hasta la Revolución Francesa.

CASTILLO DE TERMES

Hecha la visita nos trasladamos a ver el quinto castillo que nos falta de los hijos de Carcasona, el castillo de Termes, que será el tercer castillo que visitaremos hoy.

Nos ponemos en marcha a través de la carretera D14 en dirección a Soulatgé, donde tomamos el desvío a través de la D10 en dirección a Massac. Otro desvío a través de la D1610 nos lleva hasta Laroque-de-Fa. Desde allí tomamos la D139 y después la D40 en el desvío que nos lleva a Termes. Aunque el trayecto pueda parecer enrevesado, la localización del castillo se encuentra bien señalizada por lo que no hay pérdida en llegar.

El camino se hace agradable pues atravesamos bosques y algún que otro pintoresco pueblo. En la carretera de acceso al pueblo observamos diferentes árboles cuyas ramas han sido recortadas formando copas con formas geométricas.

Estacionamos el vehículo en el aparcamiento habilitado a la entrada del pueblo de Termes. El castillo se encuentra al otro lado del mismo, por lo que seguimos el sendero que bordea el río en dirección al castillo (el itinerario está marcado desde el propio aparcamiento). Al otro lado del pueblo encontramos la taquilla.

El acceso cuesta 4 euros. Con él nos entregan un dossier en castellano con la historia del castillo así como con las explicaciones de los diferentes espacios de la fortaleza. Además, previo al inicio de la visita un vídeo nos explica la historia del castillo. Son las seis menos cuarto de la tarde y el tiempo corre en contra nuestra (anochece y pronto no se verá nada) por lo que nos damos prisa para llegar al castillo lo antes posible, ya que éste se encuentra a unos quince minutos andando por un camino montaña arriba. A las seis de la tarde cierra la taquilla. Como acabaremos la visita más tarde de esa hora nos indican que devolvamos el dossier en un buzón habilitado junto a la misma.

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De este modo nos encaminamos hacia el castillo. El nombre del emplazamiento proviene del término Termes en sentido de término, de frontera. En el siglo X se tiene constancia de su existencia así como del pueblo a sus pies (que no es el actual ya que se trasladó).

A principios del siglo XIII pertenecía a Raimundo de Termes, que era vasallo de los Trencavel, poderosa familia que había protegido a los cátaros. Cuando comienza la cruzada albigense, el mismo Simón de Montfort se pone al mando del asedio. Eran unas tierras con mucho interés por el desarrollo de la minería que había en ellas y eso hace que sea una de las primeras fortalezas hacia donde se dirijan los ataques de los cruzados.

Las defensas del castillo la conformaban dos murallas concéntricas. Los sitiados estaban muy convencidos que el castillo era inexpugnable. Cuando llevaban cuatro meses de asedio y ya sin agua pactaron el día de la rendición, pero justo cuando iban a abandonarlo una intensa lluvia volvió a llenar las cisternas por lo que no se efectuó esa rendición. Pero no contaban con que las cisternas estaban en mal estado de conservación y el agua almacenada les provocó disentería. Debido a esa circunstancia la noche del 22 al 23 de noviembre de ese mismo año lograron escapar los defensores que aún se podían valer por sí mismos dejando a merced de los atacantes a los enfermos. Raimundo de Termes contaba entre ellos, siendo apresado y conducido a Carcasona, donde pasaría encerrado el resto de sus días.

Posteriormente el recinto fue reconquistado por tropas de cátaras aunque en 1226 volvieron a apoderar de él los cruzados.

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De este modo, una de las grandes fortalezas de aquellos momentos quedó bajo el auspicio del rey francés. Se acondicionaron sus defensas formando parte de los castillos reales. Se sabe que en aquella época bastaban sólo 15 hombres para defender el recinto, lo que nos da una brutal idea de lo potente que debía de ser su poderoso sistema defensivo.

Pero este castillo tiene también una vertiente triste. Entre 1653 y 1654 fue demolido por los ingenieros reales para evitar que las bandas de bandoleros se hicieran fuertes en él y amedrentaran a las poblaciones vecinas. Esto explica el lamentable estado en el que se encuentra en comparación con los otros dos castillos visitados durante el día de hoy.

En 1989 el ayuntamiento de Termes lo compró por el simbólico precio de un euro. A partir de aquí se han realizado diferentes campañas arqueológicos para desentrañar, limpiar, acondicionar y estudiar cómo se desarrolló el recinto a lo largo de su historia.

Después de nuestra andadura llegamos al recinto del castillo. Lo que observamos en nuestra visita es el fruto de estos trabajos.

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El interés de estos restos se encuentra en poder imaginar cómo era el castillo con anterioridad a su demolición. Es un complejo juego visual y de ilusión con un gran uso imaginativo. Si somos capaces de entender cómo funcionaba un castillo y de observar aquellos detalles que nos dan una perspectiva del recinto habremos aprovechado la visita. Si no es así, la visita sólo habrá valido la pena para ver el paisaje y un montón de restos arqueológicos.

El castillo se dispone en dos murallas concéntricas. Una plataforma nos permite el acceso a través de la puerta principal, junto a la antigua barbacana. Parte del muro exterior aún se mantiene en pie en el que se puede adivinar los restos de un paseo de ronda. Desde el interior se observa con más evidencia el destrozo producido por la demolición de la construcción.

Una poterna se abre enfrente nuestro. En el muro oeste son apreciables los restos de lo que fue la base de las letrinas.

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Uno de los puntos más interesantes que tiene el recinto es la ventana cruciforme que se encuentra en lo que se conoce como la capilla del castillo aunque existen evidencias que ese espacio no fuera un lugar sagrado.

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Junto a ella se encontraba la torre del homenaje de la que sólo se conserva su base cuadrada. Sus muros presentan un ancho de dos metros lo que hace posible que la torre tuviera una altura de entre 15 a 20 metros. Es en ella donde se refugiaron los enfermos el día de la huida por parte de los defensores ante el asedio cruzado.

También podemos observar la base de diferentes edificios pegados al muro así como la ubicación de tres cisternas. Otro de los edificios que se pueden observar es el conocido como sala de los guardias.

Desde lo más alto del terreno podemos observar las bellas vistas sobre el valle y los ríos que la circundan. Comienza a anochecer por lo que decidimos dar por acabada la visita y bajamos hasta el pueblo.

PUEBLO DE TERMES

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El pueblo de Termes se localiza siguiendo el cauce del río Sou. Se trata de una localidad muy tranquila y con muy pocos habitantes donde la iglesia es de origen medieval. Lo atravesamos en su totalidad.

Cuando llegamos al aparcamiento ya es noche cerrada. Regresamos al hotel por un camino diferente del que hemos realizado para llegar hasta aquí. Nos trasladamos por la carretera D613 en dirección a Couiza y desde aquí hacia el sur hasta Quillán por la D118. La oscuridad es total al desplazarnos a través de un paisaje en medio de montañas.

Estos dos días primeros de viaje han sido bien aprovechados al poder ver y conocer de primera mano los “Cinco hijos de Carcasona”. Cada uno de ellos con sus singularidades y particularidades, pero que en su conjunto desarrollan una única y singular manera de explicar la historia de este territorio.

Mañana será una jornada más tranquila, pues la desarrollaremos íntegramente conociendo el recinto medieval de la ciudad de Carcasona así como el cementerio aledaño. Será un recorrido plano que nos hará descansar nuestras piernas de estos dos días de subidas y bajadas.

Desde estas líneas os animamos a que lo descubráis.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

Localización:

Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí en octubre de 2016.

©Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.

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