Alemania

Dachau: La Academia del Terror

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Hoy nos vamos a desplazar a un lugar tan cruel que sólo escuchar su nombre ya nos pone los pelos de punta. Es uno de aquellos enclaves donde el recuerdo y la esencia del horror y de la tragedia humana destila por cada uno de sus rincones. Este terror se contagia y consigue penetrar en nuestro interior a través de nuestros poros, que se niegan a abrirse a esa presencia etérea. Hoy nos acercamos a un lugar que fue una auténtica pesadilla para los que estuvieron internados allí. Hoy visitamos el Campo de concentración de Dachau.

Amanece un día soleado y con un cielo azul limpio de nubes. Estamos en pleno mes de Junio del año 2013 y una ola de calor se abalanza en estas latitudes sobre nosotros. La canícula se avecina poderosa y es un poderoso contraste con la frialdad del lugar que vamos a visitar.

Hoy nos acercaremos a un campo de concentración que ha marcado para siempre el nombre de Dachau, un bonito pueblo cercano a Múnich, en Baviera (Alemania). Y es que este lugar fue el elegido para construir el primer campo de concentración y exterminio del nazismo, un lugar que sirvió de centro de entrenamiento para los efectivos de las SS. Por desgracia ese centro fue pionero de una serie de campos que llegaron a formar una extensa red que provocaron muchos miles de víctimas en el seno de este continente llamado Europa.

Hay diferentes maneras de llegar a Dachau desde la ciudad de Múnich. Desde el transporte público, pasando por el coche particular así como diferentes tours organizados por diversos operadores desde el centro de la capital bávara. Nosotros optamos por la primera de ellas. Partimos desde la estación central de ferrocarril de Múnich (Hauptbahnhof Central Station) donde nos montamos en un tren de la línea S2 (de color verde) hasta la estación de Dachau. Desde aquí enlazamos con el autobús número 726. Cruzamos todo el pueblo en un día soleado con el autobús repleto de turistas y viajeros. El calor comienza a tener presencia dentro del medio de transporte. Después de unos diez minutos de trayecto el autobús efectúa parada delante del antiguo campo de concentración reconvertido ahora en Memorial.

Hay que tener en cuenta que el acceso al campo es gratuito, ya que los propios alemanes consideran esta parte de su historia como muy vergonzosa y se prestan a mostrarla tal y como fue, sin pudor alguno. Desde 1965 este lugar se convirtió en lugar conmemorativo de aquella Alemania que tanto ha marcado la historia reciente de este continente.

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Lo primero que nos encontramos es la zona de servicios y tienda de recuerdos con varios paneles informativos (escritos en alemán e inglés). Aparte de mostrarnos un plano detallado con las diferentes instalaciones, estas señales informativas nos introducen en el momento histórico que representó este campo y nos posicionan sobre el terreno. Nos indican, también, diferentes aspectos históricos de lo que fue (con fotografías de la época incluidas). Un detalle y unas explicaciones concisas que nos sumergen antes de penetrar en el interior del recinto y que nos predisponen a entender lo que sucedió en ese lugar en los años 30 y 40 del siglo pasado.

Observamos bajo las sombras de los árboles, a diversos grupos de estudiantes arremolinados entorno a sus profesores que escuchan atentos las explicaciones y comentarios acerca del lugar que se disponen a visitar.

En esta época del año somos varias decenas de viajeros y estudiantes. Se escuchan variedades de explicaciones en diferentes idiomas: alemán, inglés, castellano, japonés, francés,… El lugar, parece una torre de Babel, como si fuera un homenaje a las voces de los diferentes internos (hubo hacinados presos de más de treinta nacionalidades diferentes).

Pero antes de comenzar el recorrido por las instalaciones hagamos un poco de historia: ante la necesidad de realizar un campo de concentración que fuera modelo para futuros campos se aprovechó una antigua fábrica de pólvora de la Primera Guerra Mundial. Los primeros prisioneros entraron en este lugar el 22 de marzo de 1933. Aquí se instruía a los guardias de las SS. Empezó siendo un campo para prisioneros políticos contrarios al régimen nazi, aunque con el tiempo también hubo Testigos de Jehová, sacerdotes, gitanos, homosexuales y prisioneros de guerra. A partir de 1938 se empezaron a encarcelar a judíos.

Entre 1937 y 1938 se procede a la demolición de este primer campo de concentración para construir uno más grande y más complejo, diferenciando propiamente la zona dedicada a los presos y la zona para los guardias y otras instalaciones diversas.

Este gran complejo que visitamos es la zona dedicada al internamiento de los presos. Mantiene el edificio de entrada original del campo (Jourhaus), un edificio de servicios, el búnker (un establecimiento de detención y de terror) y 2 de los 34 barracones de que disponía el campo. El campo estaba diseñado para albergar a 6.000 prisioneros. Ademas, también llegó a disponer de varios campos subsidiarios a su alrededor con más presos.

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El Jourhaus era el edificio donde se encontraban las oficinas de las SS y centro de los interrogatorios. Era el lugar por donde se accedía al interior del recinto. También desde este lugar se controlaba todo el dispositivo de seguridad y alarmas del recinto.

Además de crueldades de graves consecuencias para los internados que fueron realizados durante años, también se realizaron tremendos experimentos médicos que acababan en dolorosas muertes para los internados así como castigos fuera de lugar. El 29 de abril de 1945 el campo fue liberado por tropas estadounidenses encontrándose éstas un escenario tan dantesco que superaba, en mucho, cualquier aspecto imaginario que pudiera concebirse sobre el lugar. Muchas de las fotografías que se observan en los paneles pertenecen a éste y siguientes días de la liberación. Una de las fotografías que nos impactó fue tomada el mismo día de la liberación y en ella se muestra desde una perspectiva aérea de un avión en vuelo bajo a todo un montón de prisioneros saludando con los brazos alzados. Fue el segundo campo liberado por los Aliados.

En este punto nos vienen a la mente películas como «La lista de Schindler», «La vida es bella» y libros que retratan el devenir y los acontecimientos ocurridos en lugares como éste como «El niño del traje de rayas» (que después fue película). Lo que nos explican ocurrió allí o en otros campos similares levantados por toda la geografía dominada por las tropas nazis durante la previa y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y sobre el campo podemos observar y entrar a diferentes estancias y aunque son imágenes y textos novelados, encontramos en el fondo la terrible situación experimentada por tantas persona.

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En este lugar fueron encerrados contra su voluntad más de 200.000 personas que se convirtieron en prisioneras de un régimen totalitario y destructor. Se cree que aproximadamente murieron o fueron asesinadas unas 32.000 personas dentro de su perímetro, aunque nunca se sabrá exactamente el número real.

Los prisioneros eran traídos a este campo por medio de trenes o camiones. Nada más llegar a las puertas del campo tenían que cruzar la puerta principal de acceso por debajo de las tres palabras maldecidas quién sabe cuántas veces por los que pasaron por ese infierno: Arbeicht Macht Frei (El trabajo libera). Una cruel alegoría del pensamiento de esas bestias del terror y que se encuentran en nuestra imagen que encabeza este artículo.

Nuestra visita comienza justo en esta puerta de acceso y bajo estas palabras. Una vez traspasada la entrada podemos observar la explanada abierta que se extiende delante de nosotros, lugar en que se hacía formar a los prisioneros dos veces al día para recuento y en la que como manera de tortura se les obligaba a permanecer en formación durante largas horas, hiciera el tiempo que hiciera. Aquí, aquellos que estaban enfermos o débiles no superaban las largas esperas en formación y caían al suelo, donde no se les podía recoger. Un cruel destino les esperaba a estos pobres desdichados.

Justo detrás nuestro y encima de la puerta de acceso al recinto se encontraba el edificio de comandancia de las SS. A la derecha se encuentra el edificio conocido como el Búnker, que era donde se encontraban las salas de torturas y las celdas de los prisioneros políticos. A la izquierda se alzaban 34 barracones donde malvivían los prisioneros no políticos. Actualmente sólo se mantienen dos hileras de barracones reconstruidas y se han marcado sobre el terreno la posición y distribución del resto de hileras, con lo que uno se puede hacer una composición de lugar de lo que fue.

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Encaminándonos hacia el Búnker (el edificio principal de detención) podemos adentrarnos en las antiguas celdas individuales y de castigo donde un largo y húmedo pasillo va mostrándonos numerosas celdas a nuestro paso. Fue un auténtico centro de terror en toda regla. Todavía se perciben las circunstancias de terror de lo que fue, recreándose con paneles informativos la situación y distribución de las celdas. Aquí, la vida de los encerrados era realmente brutal: eran encerrados durante semanas o meses en espacios pequeños y sin luz, con apenas comida y con unas condiciones de salubridad pésimas, además de sufrir maltrato corporal y torturas en los interrogatorios a los que eran sometidos. Muchos fueron torturados hasta la muerte o, incluso, hasta el suicidio.

También en este edificio se encontraban, a partir de 1941, los llamados “prisioneros especiales”, que eran aquellos que eran críticos con el régimen como soldados, clérigos o políticos, los cuales tenían unas condiciones mejores que el resto de presos, pues no era necesario que realizaran trabajos, no sufrían maltrato corporal, recibían adecuada comida, e incluso se les permitía tener contacto con sus familiares.

Después de la liberación del campo, este edificio se convirtió en prisión de los criminales de guerra nazi, para pasar a ser años más tarde una prisión militar para el ejército de los Estados Unidos.

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En el patio del Búnker es donde se llevaban a cabo los azotamientos y las ejecuciones de los presos por miembros de las SS.

Frente al Búnker se levanta el edificio de mantenimiento convertido en una enorme sala de exposición en la que se explican los dolorosos acontecimientos concernientes a este lugar. Muchas fotografías y muchos paneles explicativos nos muestran el día a día del campo teniendo como hilo conductor de toda la exposición la vida particular de los presos: sus vivencias, sus penurias, la muerte o la liberación. También hay un recuerdo en forma de imágenes de varios supervivientes del campo. Vale la pena entretenerse y perderse por entre toda la ingesta cantidad de información mostrada y presentada, pues nos dará una idea de la realidad de aquel momento histórico.

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Saliendo de esta exposición nos encaminamos hacia el centro de la plaza central para poder contemplar el monumento internacional a los presos erigido a sus memorias.

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Nos acercamos hacia la primera hilera de barracones donde se encuentra reconstruido tal y como era uno de ellos. Se pueden observar los dormitorios con las literas de tres alturas a todo lo largo de la estancia, los aseos y el comedor. Todo en un estado de limpieza y orden que no sería el normal en aquellos duros años de internamiento.

La enfermería se encontraba localizada en dos barracones. En ella se encontraba la oficina administrativa así como los quirófanos, que en un principio se encontraban bien equipados. Por aquí pasaban aquellos pobres a los que se les inoculaban diferentes sustancias para el estudio del comportamiento de las mismas en sus cuerpos, con unos cuidados y unas condiciones pésimas. Unos experimentos que causaban espanto y sufrimiento entre quienes los padecían. Por desgracia, para muchos fue un lugar donde morir.

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Seguidamente nos encaminamos por el corredor central que daba acceso al resto de barracones (en total había 34), cruzándolo y parando de vez en cuando para hacernos una idea de lo que fue. En una de las hileras hay un panel recordatorio de un dibujo realizado por uno de los presos, precisamente en ese mismo lugar, en la que se muestra a diversos presos en su vida diaria durante el cautiverio.

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Al final del corredor se encuentran varias capillas y mausoleos.

Muchos de los prisioneros morían por cansancio y extenuación por los duros trabajos a los que eran forzados, trabajos que en muchos casos no tenían sentido. Estas pérdidas se sustituían por nuevas procedentes de prisioneros recién llegados.

Llegando al fondo del campo, nos dirigimos a mano izquierda hacia la esquina por donde accedemos a la zona donde se encontraban los quematorios (tanto los llamados «viejos» como los llamados «nuevos»).

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Pero antes de acceder allí cruzamos la valla de espino (en aquel tiempo electrificada) del recinto por un lugar en que se muestra cómo se encontraba realizada, existiendo varios niveles de seguridad que acordonaban todo el campo, para evitar que nadie escapara con vida del mismo. Había una primera línea de tierra, que no se podía pisar, con un pequeño foso hasta llegar a la valla de espino. Un camino perimetral exterior rodeaba a esta valla, seguida de un foso con agua (que no se ve en la imagen y que se encuentra detrás de los árboless que aparecen a la derecha de la misma) que hacía muy difícil, por no decir imposible, la huída. Una torre de vigilancia (de las siete que disponía el campo) se levanta enfrente nuestro. En ella los soldados de las SS vigilaban para evitar infiltraciones al exterior y  no dudaban en disparar ante cualquier intento de evasión.

Hay que indicar que ante la desesperación sufrida habían llevado a más de un preso a abalanzarse sobre la valla para recibir un balazo y dejar para siempre su sufrimiento en esa tierra de nadie.

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Cruzando la valla por un camino, pasamos a los dos edificios de los crematorios. En los viejos, de 1940, hay dos hornos que fueron construidos a causa de la elevada mortalidad del campo. Os podéis imaginar la utilidad de los mismos.

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Los nuevos (eran cuatro) fueron construidos entre 1942 y 1943, teniendo una compleja estructura edificada con la inclusión de una cámara de gas, aunque según se indica en el propio complejo nunca fue usada para asesinatos en masa.

Recorremos el camino que hacían los presos hacia su muerte. Accedemos por la sala más lejana, que era por donde entraban los presos para desvestirse, seguíamos a la sala de duchas (cámara de gas) donde se encerraba a los presos para asesinarlos con gases mortales. A continuación accedemos a una sala que era donde se amontonaban los cadáveres a la espera de poder ser incinerados en los hornos. Es crudo describirlo y ponerse en situación en el lugar. Todo este espacio se muestra limpio y el silencio se impone con un absoluto respeto que se hace aún más patente en la gran sala de los hornos. Todos los que estamos allí observamos, imaginamos, volvemos a mirar pero callamos a sabiendas de lo que ocurrió entre esos muros y nuestras cabezas se llenan de pensamientos. Y eso que sólo percibimos imágenes, no hay olores, ni sollozos ni gritos de auténtica desesperación, que seguramente surgirían en aquellos días abominables de gran uso de estas instalaciones.

Durante los meses previos a la liberación del campo, éste sufrió una elevada superpoblación debido a traslados de prisioneros de otros campos a éste, traslados que produjeron miles de muertes durante el transporte. Esta circunstancia unida a una gran epidemia de tifus y a la escasez de carbón hizo que dejaran de funcionar estos hornos y las víctimas tuvieran que ser enterradas en diversas fosas comunes en los alrededores del campo.

Es un lugar que no nos deja indiferente y que es un recuerdo de lo que una terrible locura colectiva de un partido político ultranacionalista produjo sobre la población.

En fin, una escapada a un lugar del que hemos oído hablar muchas veces, y que fue y es modelo de lo que una vez fue la salvajada humana llevada a los máximos extremos. Es un interesante lugar que consideramos debe ser conocido para poder entender muchas cosas de la sociedad y de la historia reciente de esta Europa y que marcó la vida de tantas personas y tantas familias durante el siglo xx.

Sirva este artículo para rendir un sincero homenaje a todas las víctimas del Holocausto y de los terrores y atrocidades producidos por la humanidad hacia la propia humanidad.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

Localización:

Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por mí en junio de 2013.  

©Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.

10 respuestas »

    • Por desgracia, así es. El terror es una circunstancia que se puede expresar de múltiples formas y modos. Siempre que se aplica, duele, y es una sinrazón más de esa cultura humana tan destructiva en la que en «cierto modo» estamos todos involucrados. No obstante, esas barbaridades tan despiadadas deben ser combatidas en todo su ámbito y deben, también, ser conocidas, no ser olvidadas y, además, entendidas. Sobretodo entendidas, pues de otro modo no se podrá nunca proceder a su erradicación. Sólo hay que ver el problema actual de los refugiados y desplazados a Europa debido a los diferentes conflictos bélicos en Oriente Próximo y cómo los gobiernos de esta sociedad europea común los trata. Un saludo.

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  1. Confirmo tu descripción de este post, aunque desagradable, es uno de los lugares que hay que visitar para sentir de cerca lo que es capaz de hacer el ser humano. Cuando entras por esas puertas, aunque ahora sólo haya silencio, a nosotros nos dio la sensación de escuchar gritos, de sentir el frío de esas paredes y el ahogo de esas cámaras y de esos hornos. Sólo nos queda esperar que se aprenda de ello, y jamás se vuelvan a producir cosas semejantes. Un saludo.

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