Hoy nos vamos a descubrir un pequeño pueblo de la comarca aragonesa de Sobrarbe donde la esencia del medievo se observa en sus calles y en sus casas. Un lugar en el que el tiempo se paró, ya hace muchos años, y donde la presencia de lo que antaño fue un pueblo rico se mantiene inalterable en este siglo XXI. Hoy visitamos el pueblo oscense de Aínsa.
Aprovechando la celebración del Festival Castillo de Aínsa en su actual XXVª edición nos vamos a dar una vuelta por este pueblo situado a unos 569 metros de altura sobre el nivel del mar, al norte de la provincia de Huesca. Este lugar resulta llamativo desde el punto de vista geográfico porque se encuentra situado en la confluencia de dos ríos: el Ara y el Cinca.
Para acceder a esta villa lo hacemos por carretera (a través de la A-138) desde Barbastro. Aparcamos el vehículo en la parte baja del pueblo, junto al río Ara y comenzamos el ascenso por unas escaleras hasta alcanzar el núcleo antiguo, que se encuentra en lo alto de un promontorio. Es un paseo agradable donde se aprecian buenas vistas sobre este río y sobre los barrios de la zona baja del pueblo.
Cuando llegamos arriba, lo primero que apreciamos es el estupendo estado de conservación en que se encuentra el pueblo. Las calles empedradas y las casas, también realizadas con este material, nos dan la bienvenida y nos introducen en un lugar lleno de encanto medieval. Paseamos por sus dos calles principales, la Calle Mayor y la Calla Santa Cruz. El frescor del día nos envuelve con un aire especial en el que se mezcla la riqueza de olores del lugar.
El pueblo se ha convertido en punto turístico de esta zona pirenáica y de eso, dependen, en gran medida, los comercios ubicados en sus calles. Pequeñas tiendas de licores, embutidos o productos típicos de artesanía nos sumergen por completo en los ricos productos de esta hermosa tierra, productos que saboreamos (algunos de ellos con especial interés y entusiasmo).
Es fácil encontrar casas rurales, turismo de apartamentos y hoteles donde poder pasar estancia para conocer y disfrutar de esta zona y del paisaje aledaño al pueblo.
Siguiendo nuestro caminar alcanzamos la iglesia de Santa María de Aínsa, que es ejemplo del románico del Alto Aragón. Su nave, de planta rectangular, se divide en tres tramos por pilastras ubicadas en la pared. Al fondo se nos muestra, pletórico, su ábside semicircular. También se halla visible una talla románica-gótica del siglo XIV de la Virgen procedente del pueblo de Tricas.
Como atestiguan las saeteras ubicadas en su campanario, esta iglesia formó parte del sistema defensivo del pueblo.
Al salir del templo, seguimos deambulando por la calle Mayor (en la que nos encontramos) y llegamos a una gran plaza porticada (es la plaza Mayor) donde los restaurantes tienen sus terrazas preparadas a la espera de la hora de la comida y donde los turistas y visitantes sabrán saciar su apetito. Bajo los pórticos se ubican, además, diversas tiendas que, al entrar en ellas, satisfacen nuestra curiosidad.
Desde este punto y, al fondo, ya podemos observar los restos del castillo que lleva el nombre del pueblo, un castillo del que se mantiene la Torre del Homenaje, que es del siglo XI, y su recinto amurallado. Penetramos en su interior. Como curiosidad, para poder disponer del camino de ronda el castillo posee en la parte interior de sus muros alquerías de arco de medio punto que lo soportan. El castillo es de origen árabe y formaba parte de los castillos defensivos ubicados a todo lo largo de la zona de fronteras entre los reinos cristianos y musulmanes de aquellos siglos medievales.
Y es en esta parte interior del castillo donde se realiza una parte del festival al que hacíamos mención al iniciar este artículo. Las vistas desde el propio castillo hacia el pueblo son espectaculares.
Esperamos que lo disfrutéis, al menos, tanto como nosotros.
Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.
Localización:
Nota: Todas las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas en abril de 2013. ©Joan Oliveras. Todos los derechos reservados.
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Qué fotos tan bonitas. Y la verdad que no conozco este pueblo tan bonito, el cual queda apuntado para una próxima visita por la zona!
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Pues claro que sí. Visitar este pueblo es una buena excusa para saborear estos parajes pirenáicos tan interesantes. Un saludo.
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Un poble per gaudir de la fotografía y la natura. Espléndides imatges!
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