Aragón

El recuerdo de Belchite

Devastación en el centro de Belchite

Devastación en el centro de Belchite

Hoy nos vamos a descubrir un pueblo que sufrió, en sus propias carnes, la crudeza de una batalla desarrollada en sus calles y en sus casas y que, una vez finalizado el conflicto de la Guerra Civil española, no pudo recuperar su estado previo de esplendor y de cariz hegemónico en la comarca. Hoy realizaremos una visita al pueblo zaragozano de Belchite.

LA VISITA

Belchite, como se indica en su nombre, era un pueblo bello. Pero esa belleza quedó truncada de una forma brutal. Aunque este municipio ya era conocedor de la dureza de luchas anteriores al haber sido escenario de sendos acontecimientos bélicos tanto en la Guerra de la Independencia como en las Guerras Carlistas, no estaba preparado para soportar un tercer conflicto con una crudeza propia de los conflictos del siglo XX.

Aquella primera semana del mes de septiembre de 1937 los habitantes de este pueblo no esperaban revivir la dureza de otra batalla ni contemplar cómo todo el pueblo se desmoronaba bajo el intenso bombardeo artillero. Y todo eso, sin contar las terribles pérdidas civiles y militares que se produjeron. Fue tal la magnitud de la tragedia que muchas familias se vieron forzadas a emigrar para buscar refugio.

Tan devastado quedó el enclave  que al finalizar la guerra civil, se propuso construir un nuevo pueblo al lado del destruido para que el “viejo” pueblo pudiera servir a la memoria histórica y colectiva de las generaciones posteriores.

El estado actual que presenta el pueblo es duro de observar. Sólo se alzan en pie diversas construcciones despojadas de todo su antaño esplendor. Edificaciones bombardeadas e incendiadas, sin fachadas y sin techos. Las iglesias de San Martín y los conventos de San Rafael y de San Agustín resisten el paso del tiempo en un estado deplorable. La famosa Torre del Reloj también se alza, sola e impertérrita como atalaya en pleno centro del pueblo. Sus famosas casas nobles que se alzaban en plena calle Mayor son escaparates de las ráfagas y muestran agujeros por doquier, además de encontrarse envueltas sobre una alfombra de cascotes y escombros, producto de la destrucción acaecida. El predominio de sus ladrillos rojos en las edificaciones hace resaltar dentro de este panorama un color sangriento que envuelve todo el espacio de una atmósfera única, sólo roto por el azul del cielo.

Arco de la Villa dando acceso a la Calle Mayor

Arco de la Villa dando acceso a la Calle Mayor

Pero vamos a penetrar en el interior del pueblo para conocerlo de primera mano. Atravesamos el Arco de la Villa, que era la entrada principal por donde se accedía al pueblo y desde donde se iniciaba la Calle Mayor, la principal del pueblo, una calle donde los ricos palacios renacentistas rivalizaban en el poder de las familias y daban al pueblo un acento interesante y lleno de esplendor.

Las calles principales se encuentran libres para pasear aunque el aspecto es realmente turbador. Las cicatrices de metralla en muros y paredes se encuentran presentes. Se aprecia la dureza de la batalla librada y se percibe el sufrimiento y el horror que rezuma por los poros de los restos de las construcciones que se mantienen en pie.

La mayoría de viviendas están destrozadas (por no decir todas aunque, con total seguridad, lo sean todas). Hay grandes espacios vacíos de altura (sólo se hallan escombros en lo que una vez fueron edificios). Pequeñas y aisladas construcciones en pie todavía son visibles, aunque con cierto riesgo de derrumbe en algunas de ellas. Se pueden apreciar algunos muros y contrafuertes añadidos para mantener alzadas las fachadas y evitar su caída, manteniendo, todavía, el orgullo de lo que fue un gran pueblo.

En esta Calle Mayor es por donde las tropas atacantes iniciaron su penetración en el pueblo, con luchas casa por casa y asaltando barricadas montadas en la calle que impedían el paso a los atacantes.

Restos de la escalera de un edificio

Restos de la escalera de un edificio

Seguimos la calle para llegar a la Plaza Nueva, lugar donde se ubicaba el Ayuntamiento.

Unos pasos más adelante encontramos en la Plaza Vieja, la Torre del Reloj, que se mantiene alzada y erguida mostrando su otrora esplendorosa imagen. Esta torre pertenece a la iglesia de San Juan de la que sólo se mantiene un muro lateral y la propia torre restaurada. Se encuentra en lo que era más o menos el centro del pueblo. Probablemente su origen sea mudéjar y en su parte más elevada contenía un reloj público. De ahí su nombre.

Iglesia de San Martín de Tours

Iglesia de San Martín de Tours

Al fondo ya acertamos a apreciar la fachada principal de la Iglesia de San Martín de Tours, ubicada en la plaza del mismo nombre. Al acercarnos se destaca su silueta y su característico color rojizo contra el fondo azul del cielo.

Puerta de acceso a la Iglesia de San Martín de Tours

Puerta de acceso a la Iglesia de San Martín de Tours

La puerta de acceso al interior de la iglesia se mantiene semiabierta y en un deplorable estado que la hace aún más interesante. Escrito, sobre su metálica piel, un mensaje acierta al hacer referencia a la pérdida de vida y de jolgorio del lugar, más propio de un pueblo alegre que de un pueblo demacrado por la dura guerra: ya no rondarán zagales ni se oirán las jotas.

Estado de la bóveda central de la Iglesia de San Martín de Tours

Estado de la bóveda central de la Iglesia de San Martín de Tours

Ésta fue la principal parroquia del pueblo y sufrió terribles daños tanto en su interior como en su exterior. Destaca, entre ellos, la bóveda central hundida.

La iglesia es originariamente de estilo mudéjar aunque sufrió diversas ampliaciones en estilos diferentes a lo largo de su vida. El ábside es poligonal y en la nave única se aprecian las bóvedas de crucería. Dispone de arcos del Renacimiento y capillas laterales de estilo barroco.

Torre de la Iglesia de San Martín de Tours

Torre de la Iglesia de San Martín de Tours

Resalta su torre de base cuadrada que en la imagen observamos a través de las heridas abiertas en la cubierta de la iglesia.

El interior de la iglesia, que se ha perdido, consistía de una rica decoración en yeserías y elementos escultóricos.

A la izquierda de la iglesia se encuentra el Convento de San Rafael, que perteneció a la orden religiosa de las Dominicas de San Rafael. Se inauguró en 1781 abriéndose a lo largo del mismo año las escuelas.

Fachada del Convento de San Rafael desde el interior de la Iglesia de San Martín de Tours

Fachada del Convento de San Rafael desde el interior de la Iglesia de San Martín de Tours

Aunque todavía se mantiene en pie hay peligro grave y evidente de derrumbe.

Iglesia de San Agustín

Iglesia de San Agustín

Volviendo sobre nuestros pasos a través de la Calle Mayor cogemos el desvío a la derecha hacia la iglesia y el convento de San Agustín.

Se construyó en 1716 y es de estilo barroco. El claustro del convento se derribó después de la guerra debido a su grave estado de deterioro. La iglesia presenta una gran nave central con capillas laterales destacando el campanario de planta cuadrada. Toda la cubierta está caída. Penetrar en su interior es como penetrar en un cielo abierto.

Después de la guerra y, a pesar de su estado, se convirtió en la única parroquia de culto de la población hasta que en 1964 se trasladó al pueblo nuevo.

Restos de viviendas

Restos de viviendas

LA BATALLA

Pero vamos a situarnos en aquellos días para entender el estado ruinoso en el que quedó el lugar y el porqué se produjo tan terrible suceso en este enclave. Haremos una breve relación de lo acontecido en la batalla (si a alguien no le interesa el aspecto bélico, siempre puede saltarse este punto).

El mes anterior al asedio, agosto de 1937, el teatro de operaciones del norte estaba a punto de decantarse hacia el lado nacional. Con esa pronta caída todo el esfuerzo de este bando se iba a concentrar en la toma de Madrid. Con la intención de entorpecer este acoso hacia la capital del Estado, el bando republicano comenzó una maniobra de distracción en su sector oriental con el objetivo principal de alcanzar y conquistar Zaragoza. Para ello puso en movimiento un contingente de unos 80.000 soldados. Aunque el inicio de este ataque fue un éxito (debido básicamente al hecho de encontrarse avanzando por un amplio territorio defendido por pocas tropas), el 1 de septiembre y a tan sólo unos 30 kilómetros de la capital maña fue parado este avance por las tropas apostadas en la defensa de la ciudad. El ejército republicano estaba exhausto y no podía seguir avanzando por falta de suministros y ante una grave escasez logística de medios. Durante la toma del territorio en este sector quedó, en su interior, este pueblo sin conquistar (en aquella maniobra militar se siguió la táctica de avanzar, rodeando los pueblos para que las tropas que quedaban en retaguardia hicieran el asalto a posteriori). Pero este pueblo era diferente del resto de los que sobrepasaron, tanto por su superficie como por su importancia estratégica. Además, en su interior quedaron emplazados importantes contingentes militares pertenecientes al bando nacional. Algunos de ellos habían llegado, incluso, como refuerzo del enclave.

Llegados a este punto, se prepara el asedio al pueblo. Ante el fracaso del avance hacia Zaragoza, la conquista de Belchite se convierte en objetivo principal de las tropas republicanas ya que se van a poner todos los medios al alcance para su conquista.

Detalle de la Iglesia de San Martín de Tours

Detalle de la Iglesia de San Martín de Tours

De unos 4.000 habitantes que tenía la localidad se calcula que ese primer día de septiembre todavía permanecían en su interior unos 2.200 civiles. Viendo el panorama que se les venía encima, la mayor parte de la población decide unirse a la guarnición de 2.273 soldados para defenderse ante el inminente asedio. Esto provocará un índice de víctimas alto entre la población local. También disponían, como defensa, de varias piezas de artillería.

La guarnición de la población estaba compuesta principalmente por tropas del ejército regular aunque también había elementos de la Falange, de la Legión y de Requetés.

Por el lado republicano se calcula que las tropas atacantes sumaban unos 20.000 soldados donde se englobaban milicianos anarquistas, soldados del ejército regular, brigadistas y guardias de asalto. Lo configuraban soldados con una gran heterogeneidad de ideas políticas y de grados de veteranía en el ejército.

Aunque hacemos mención del inicio del ataque el día 1, hubo un primer ataque de tanteo el día 28 de agosto que fue rechazado. Además, el día 31 se ocupó la estación de ferrocarril.

Ya en esos días previos al asedio la situación de la guarnición se hace desesperada. El calor y la falta de agua plantean graves problemas a los asediados. Se llega, de hecho, a abastecer al pueblo por aire por parte del bando nacional aunque también hay intentos de socorrer por tierra a las tropas que resisten en el pueblo, intentos que no logran alcanzar la población.

Edificio en la Calle Mayor

Edificio en la Calle Mayor

Los hechos sucedidos a lo largo del ataque podrían resumirse del siguiente modo:

El día 1 se procede a atacar el seminario. También se conquista el cementerio, retirándose los requetés que lo defienden ante el ataque republicano. Un intenso bombardeo sobre el pueblo destruye muchos edificios y añade cantidad ingente de escombros a las calles, posibilitando el levantamiento de barricadas y mejorando los puntos de defensa. Tal es así que una brigada de carros de combate del bando republicano es incapaz de acceder a las calles durante esa semana de dura pelea.

El día 2, aunque inicialmente se consigue penetrar en el seminario con una horrible lucha cuerpo a cuerpo, también se consigue repeler el ataque por las fuerzas defensoras. No obstante, la noche del 2 al 3 un repliegue de las tropas hacia el pueblo posibilita la captura del edificio por el bando atacante. Consiguen llegar al pueblo menos de una cuarta parte de sus defensores.

El día 3 las tropas republicanas consiguen penetrar en el pueblo. Los bombardeos de la artillería sobre las viviendas continúan asolando el pueblo y el combate se traslada también a los sótanos de los edificios, pues los civiles y militares han horadado túneles en los sótanos de las casas para conseguir comunicarse y moverse mejor a través de ellas. Se combate casa por casa donde la resistencia es atroz.

El día 4 la resistencia se reduce drásticamente y los defensores consiguen organizarse alrededor de la Iglesia de San Martín y del Ayuntamiento.

Convento de San Rafael

Convento de San Rafael

El día 5 se asalta con crudeza los focos que quedan de resistencia. Las bajas ya se cuentan por centenares en ambos bandos. Llega desde Zaragoza la orden de retirada de las tropas ante la imposibilidad de hacer llegar tropas de refuerzo.

El día 6 los defensores que todavía son capaces de luchar salen del pueblo por la puerta de San Roque aprovechando los incendios que provocan en el pueblo y un momento de incertidumbre de los atacantes ante un relevo de tropas. De unos 500 que se lanzan a la huida sólo unos 200 son capaces de alcanzar Zaragoza.

El día 7 se acaba de tomar el pueblo por las tropas republicanas donde se encuentra a numerosos heridos y se hacen prisioneros.

El resultado final de la batalla es esclarecedora de todo el horror sufrido durante el asedio. Se calcula que por parte de los defensores el número de víctimas ascendió a unas 2.000 personas entre civiles y militares, mientras que por parte de los atacantes sumaron unos 2.800 muertos. El total de 4.800 víctimas resulta terrible para este pueblo que ha pasado, precisamente, a la historia por esta cruenta batalla.

La guerra continuó y el 10 de marzo de 1938 el pueblo vuelve a manos nacionales en plena ofensiva de estos hacia el Mediterráneo. A la finalización del conflicto (en 1939), se decide la construcción de un nuevo pueblo, que es construido entre 1940 y 1945 aprovechando como mano de obra a presos políticos republicanos.

EL RECUERDO

Cruz en recuerdo de los caídos

Cruz en recuerdo de los caídos

Como ya hemos indicado la destrucción del lugar sorprende por su crudeza llegando, incluso, a visos de horror. Edificios enteros destrozados y hundidos, con sus techos caídos, con restos de balcones y forjados que cuelgan de sus fachadas. Manzanas enteras de viviendas desaparecidas. Cascotes por doquier. Al entrar en algún edificio, falsos techos de paja se dejan ver sobre nuestras cabezas. Los impactos de metralla y restos de incendios se encuentran presentes por todas partes.

En nuestra visita la desolación y la tristeza afloran en nuestros sentimientos.

En 1964 se declaró el pueblo oficialmente como despoblado (después de la guerra se continuó viviendo en algunas casas). Aparte de la destrucción producida por la guerra, el pueblo fue expoliado, además de producirse robos e incendios que acabaron por dejar todavía más ruinoso, si cabe, el enclave.

Pero actualmente el interés hacia el pueblo ha resurgido bajo una nueva horda de conquistadores que se presentan por allí: son los buscadores de fenómenos paranormales. Es fácil verlos pulular por las noches con sus linternas de aquí para allá, tomando grabaciones de sonidos e imágenes nocturnas esperando detectar la presencia de seres extrasensoriales.

Este lugar es, en definitiva, un viaje a la historia reciente de España a través de una terrible guerra que nos muestra la desolación en la que quedó un pueblo rico y emergente. Una tragedia que marcó a toda una generación de paisanos. Un paseo por sus calles y una visita a los pocos edificios que aún se mantienen en pie nos muestran el horror impregnado en sus fachadas y en los restos de las viviendas esparcidas por todos lados.

Todas la imágenes que acompañan este artículo fueron tomadas en octubre de 2011 y la situación de alguna de las edificaciones o imágenes mostradas puede haber cambiado a día de hoy. Valga todo ello para redundar en la memoria colectiva.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

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