... EL PARIS DE MONTMARTRE

Saint Jean des Abbesses

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Hoy nos vamos a descubrir un templo que tiene la condición de ser la primera iglesia construida en París en que todas sus partes estructurales se encuentran realizadas con hormigón armado. Se trata de la iglesia de Saint Jean des Abbesses.

De hecho, si por algo destaca París, es por su cantidad de templos de toda orden confesional que se encuentran repartidos por todo su extenso territorio. Ésta está dedicada a San Juan, uno de los cuatro evangelistas, cuya figura se encuentra muy presente a lo largo y ancho de todo este edificio religioso como representación del culto católico. Esta iglesia también es conocida como la Notre Dame des Briques, o Saint Jean de Montmartre: diversos nombres que denotan la gran popularidad que tiene esta iglesia entre los vecinos de este barrio parisino tan turístico.

Esta vez, un paseo por Montmartre nos acerca a descubrir y, porqué no, a admirar la primera iglesia parisina construida de cemento y hormigón armado. Aunque pasa un tanto desapercibida en plena Plaza Abbesses, una plaza que es muy conocida por poseer una marquesina original del acceso al metro de Abbesses (a la que ya dediqué un artículo anterior) y unos jardines aledaños donde se encuentra el curioso muro de los «te quiero», vale la pena entrar y pasearse por su interior.

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Este barrio sufría a finales de siglo XIX una escasez de espacio religioso para los feligreses, siendo la iglesia de Saint Pierre insuficiente para alojarlos a todos. Como que en esa época la basílica del Sagrado Corazón (Sacré-Coeur) se encontraba todavía en construcción se optó por erigir un nuevo templo en el barrio que tuviera una mayor capacidad.

El solar sobre el que se asentó era pequeño (44×20 metros) y con una fuerte irregularidad de nivel que obligó a un planteamiento diferente del diseño habitual de las iglesias. El abad Sobaux, de la iglesia de Saint Pierre de Montmartre, y el arquitecto Anatole de Baudot abordaron el problema y el diseño empleando los nuevos materiales y técnicas que por aquel entonces empezaban a desarrollarse conforme los resultados del progreso industrial emergente. Su construcción comenzó en 1894 y su inauguración tuvo lugar el 15 de junio de 1904. Unas de estas particularidades es el uso de ladrillos ensartados en hilos de hierro para las partes verticales y un entramado de hierro vestido de cemento para las partes horizontales o curvas: era el inicio de la utilización del hormigón armado en la construcción de iglesias.

Este nuevo recurso constructivo tenía sus ventajas: no se requerían grandes espesores en los muros para aguantar toda la estructura de la cubierta (con la obtención de un mayor espacio útil), y la visión diáfana que se obtiene de todo su interior al no tener que utilizar grandes columnas que interrumpen la visión. Esto supuso una gran muestra de vanguardismo en una sociedad que en esa época florecía de grandeza industrial y cultural.

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Iniciamos nuestra visita en la verja exterior que da acceso a la iglesia. Un estrecho patio de acceso permite la contemplación de la fachada principal, eso sí, alzando la vista de forma significativa. Sobre la puerta principal se puede observar una muestra del Art Nouveau integrado en la fachada, movimiento que aparece en esa misma época.

A ambos laterales a nivel de la vista se encuentran dos lápidas insertadas en su muro sobre las cuales aparecen grabadas los nombres de los parisinos muertos en conflictos bélicos (tal y como dicen las lápidas, «caídos en el campo de honor»).

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Al entrar en su interior, lo primero que nos sorprende es su luz interior, una luz que viene dirigida a través de sus múltiples vidrieras, vidrieras que algunas representan diversos pasajes del Apocalipsis y otras representan pasajes del Evangelio. En el caso de la fotografía mostrada se trata de la Crucifixión (obra de Tournel e hijos). Además, otras 48 vidrieras más pequeñas alrededor del templo nos muestran las letanías de la Virgen.

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En su interior, diversas estatuas de mármol nos observan en nuestro deambular en el interior de la nave.

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También encontramos una gran puerta apoyada en una esquina que es toda una belleza por sus enseñanzas grabadas sobre ella. En ella se refleja el concepto de la lucha y el esfuerzo para vencer al sufrimiento corpóreo. Se trata de la puerta de la capilla de Santa Ana, elaborada de bronce y titanio y que fue realizada por Olivier Descamps.

En su parte izquierda se representan escenas de sufrimientos como son la enfermedad, la miseria, la guerra o el asesinato, entre otras, mientras que en la derecha se encuentran los siete pecados capitales. Y en medio  aparecen los grandes conceptos de hospitalidad y amor, entre otros, que provee la Iglesia.

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Nos acercamos al altar que es fabricado, cómo no, de cemento armado y gres de Bigot. En sus laterales aparecen medallones con los símbolos de los cuatro evangelistas. A ambos lados, unas grandes pinturas acompañan en su soledad al altar. En la izquierda se encuentra representada “la cena”, obra realizada por Alfred Plauzeau, mientras a la derecha observamos “las bodas de Caná” realizada por Pascual Blanchard a través de bocetos del mismo Alfred Plauzeau.

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Una de las cosas que nos llaman la atención es la disposición de las sillas. Sí, sillas. No hay bancos, tan típicos en otros lugares. Aquí, hileras de sillas de madera, unidas entre sí, hacen las veces de bancos. Sentarse en ellas es encontrar una comodidad real.

Mientras que la gran mayoría de ellas se encuentran encaradas hacia el altar mayor, una parte, en la parte trasera de la iglesia conforman una simetría romboidal alrededor de la pila bautismal. Ésta es una de las grandes sorpresas del lugar, pues es de piedra y presenta en su exterior bronce, plata y jaspe.

Encontramos varias personas rezando en las primeras hileras junto al altar. No hace falta indicar que el silencio es natural y real. No hay voces, ni susurros, ni ruidos y se mantiene un gran respeto por el lugar por parte de los pocos que estamos dentro.

Desde nuestra posición junto al altar podemos contemplar en la parte trasera de la iglesia el órgano, que se encuentra asociado a un carillón de 6 campanas y que provee de grandiosidad y elegancia a la ya de por sí bella iglesia. Y justo debajo del órgano también nos llama la atención la presencia de un reloj.

No podemos dejar de fijarnos en la decoración de los pilares formados por hojas de viña y sarmiento. También observamos cabezas de águila en determinados lugares, símbolo de San Juan.

Como anécdota podemos indicar que, durante la construcción, este uso de nuevos materiales hizo que los vecinos no estuvieran muy dispuestos a permitir que un edificio alto fuera erigido en aquel lugar, por la posibilidad que existía (creían) que toda la estructura se desmoronara y su posible caída produjera muertes entre los feligreses y vecinos. Consecuentemente, la construcción fue parada por un pleito. Después de varias pruebas de carga los trabajos pudieron reemprenderse y permitieron acabar este singular y, a su vez, atractivo templo.

Ésta ha sido una visita muy agradable y llena de sorpresas para nosotros. Esperamos que lo disfrutéis, al menos, tanto como nosotros.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

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