Hoy nos vamos a descubrir un pequeño núcleo urbano de apenas unas cuarenta viviendas ubicado en uno de los parajes más espectaculares del Cap de Creus, en Girona. Un recodo, poco conocido por el turista tradicional, ubicado en plena Costa Brava. Es un rincón de estrechas calles talladas en la roca que, seguro, os va a sorprender. Se trata de la Vall de Santa Creu.
La traducción del nombre al castellano vendría a ser el del «Valle de la Santa Cruz», un nombre que evoca su particular pasado y esencia religiosa. Es un nombre proveniente de una antigua celda monástica, un lugar de retiro religioso, que pertenecía al monasterio de Sant Esteve de Banyoles, y posteriormente al de Sant Pere de Rodes, y que se encontraba sito en este lugar.
Llegamos a esta aldea mediante un desvío de la carretera GI-612 entre Port de la Selva y Llançà, en plena parte norte de la Costa Brava. Una estrecha carretera en pendiente nos acerca a este enclave donde al final de la misma una gran señal de prohibido el paso con varios carteles informativos nos anuncia el final del paso permitido para vehículos foráneos. Un aparcamiento situado allí permite dejar el vehículo. Al lado se encuentran apostados diversos y coloridos contenedores de reciclaje que nos indican que tampoco los vehículos grandes pueden pasar. Desde aquí se observan unas vistas de conjunto del lugar. Y arriba, en la montaña, se puede observar, dominando el paisaje, el fabuloso monasterio de Sant Pere de Rodes.
Este conjunto ocupa el valle del mismo nombre, por cuyo centro transita un arroyo que antaño se usó para mover diversos molinos como el de Pairet o el de Canavall.
Recorremos el pequeño tramo de carretera hasta llegar al pueblo. Un gran letrero de bienvenida nos anuncia la llegada al pueblo. Es evidente, por cierto, ya que el pueblo abarca toda nuestra vista. Pero el letrero es curioso y llama la atención de un modo muy simpático.
La iglesia se halla allí mismo, al doblar la primera esquina a mano derecha, pero la encontramos cerrada. Es la iglesia de Sant Fruitós, del siglo XVII. Consta de una sola nave de ábside semicircular destacando su campanario de espadaña con sus tres pilares que hacen las funciones de contramuros de la propia iglesia (a la izquierda de la imagen se observa uno de estos pilares). Unas escaleras exteriores situadas por el lado izquierdo de la puerta acceden al mismo, pero una verja nos impide el paso. Desde este último escalón observamos la presencia de un pequeño cementerio (construido en 1618) enfrente y dispuesto en una terraza.
Desde aquí nos encaminamos siguiendo una de las diversas rutas senderistas que cruzan este lugar. Una de las rutas interesantes a realizar es la que cubre la ascensión hasta el monasterio de Sant Pere de Rodes, lugar desde donde se dominan unas estupendas y envidiables vistas sobre la parte norte del Cap de Creus. Cabe recordar que este lugar se encuentra dentro del Parque Natural del mismo nombre y que, en el contexto del parque, el paisaje y las vistas son fabulosas, por lo que os invitamos a ascender hasta él.
En el transcurso de nuestro recorrido por el interior del pueblo, pequeñas plantas silvestres nos presentan sus coloridas flores adornando de estupendo cromatismo sus calles en este tiempo tan primaveral. El lugar mantiene su connotación medieval, aunque algunas de las viviendas se encuentran restauradas. En las afueras asoman campos de cultivo que se pierden siguiendo los diferentes senderos que hay.
Nos sumergimos por sus estrechas calles, las cuales se encuentran talladas sobre la roca, aunque en algunas de ellas se encuentra presente el cemento para permitir y mejorar el paso de los vehículos de los pocos vecinos.
Este lugar tuvo una economía importante basada en la ganadería y en el cultivo de viñedos y olivos. Todavía se puede apreciar su presencia.
El enclave mantiene su trazado medieval resistiendo al tiempo y al paso del turismo.
Uno de los atractivos del pueblo reside en su fuente: la Font d’en Garlapa.
Hasta 1787 el enclave se mantuvo como pueblo independiente, pero una orden de Carlos III hizo que se agregara administrativamente al pueblo de Port de la Selva, famoso pueblo costero ampurdanés.
Fruto de esa esencia religiosa en toda esta zona es la imagen mostrada que se encuentra en una de las fachadas de sus casas.
Como nota anecdótica os indico que en este pueblo nació José Paronella en 1887. Probablemente no sepáis quién fue este hombre. Tan sólo indicaros de él que emigró a Australia (Queensland) a principios del siglo XX para trabajar en la recolección de la caña de azúcar y acabó estableciéndose y adquiriendo tierras en plena jungla australiana. En estas tierras construyó un gran castillo con jardines al estilo español en la zona norte de Queensland. Le supo sacar partido dándole un enfoque de parque temático y consiguiendo ser un referente en esa zona de Oceanía. Gracias a ello pudo enriquecerse. Por desgracia, hay historias que no acaban bien y ésta es una de ellas. Un tornado y la consiguiente inundación del espacio dio al traste con toda la obra realizada. Cabe indicar que actualmente se ha podido rehabilitar el parque por otros propietarios y es un importante punto turístico de esa región australiana.
En definitiva, os mostramos un lugar diferente de la Costa Brava, un espacio sin los ajetreos propios del turismo de la zona y donde el descanso y el sosiego están asegurados. Es un lugar para disfrutar del paisaje y del entorno del Parque Natural. Esperamos que lo disfrutéis.
Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.
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