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Foz de Lumbier

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Hoy nos vamos a transitar por una garganta trazada por la fuerza erosiva del río Irati, en la frondosa sierra de Leyre, en plena zona de los Pirineos navarros. Para ello realizaremos una ruta circular (con mismo punto de inicio que de finalización) donde el plato fuerte paisajístico será atravesar una vía verde a través de la Foz de Lumbier.

Para iniciar nuestro trayecto nos desplazamos a Lumbier, un pequeño pueblo navarro cercano a la frontera con Aragón. Allí nos dirigimos al centro de interpretación donde una simpática y amable muchacha nos atiende de forma estupenda. Nos informa y nos facilita unos planos sobre la zona y sobre las dos foces que tenemos cercanas a esta población. Una es la de Arbayán. Como el acceso a ésta se encuentra inhabilitado por derrumbamiento nos decidimos a trasladarnos hacia la otra, a apenas dos kilómetros y de homónimo nombre al de esta localidad.

Para alcanzar el inicio de nuestro trayecto circulamos a través de una carretera que parte del mismo pueblo. El camino está bien señalizado y discurre a lo largo de una zona de campos de cultivo.

Al llegar encontramos un espacioso aparcamiento habilitado para diferentes tipos de vehículos. Os aporto una imagen del ticket de entrada del aparcamiento pues nos gusta su diseño. Está dominado por la cabeza de un buitre leonado, que es una de las especies que habitan esta reserva natural. El precio del mismo aparece en el propio ticket que, dependiendo del vehículo con que se llegue, será de un importe u otro.

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Junto a este lugar encontramos un área de servicio donde disponemos de agua, unas barbacoas y una zona de picnic. Es un espacio agradable donde tomar un descanso antes o después de la jornada.

Un panel explicativo nos muestra la misma información en cuanto al recorrido del que nos aporta la documentación del centro de interpretación.

Hay dos formas de realizar este trayecto: una ruta corta que aprovecha la vía verde que sale desde el mismo aparcamiento y cruza toda la garganta, o bien una ruta circular que, en parte, también recorre parte de esta vía verde.

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Este plano nos lo aportan en el Centro de Interpretación de Lumbier.

La ruta corta (de la marca A a la E) es de ida y vuelta por el mismo camino realizándose a través del antiguo recorrido del ferrocarril y que actualmente se ha habilitado como vía verde. Todo el recorrido tiene una longitud de 2,6 kilómetros entre la ida y la vuelta. Es importante saber que es totalmente llano y que está adaptado para el desplazamiento de personas con invidencia y/o con movilidad reducida. Recorre todo el cañón hasta alcanzar el Puente del Diablo (marca E). Desde este punto hacemos media vuelta y regresamos avanzando sobre nuestros pasos. Es una ruta muy fácil de hacer y muy atractiva para los niños ya que se disfruta de toda la Foz de Lumbier.

Nosotros optamos por realizar el recorrido largo (tomando el aparcamiento como marca A de inicio y final de etapa y cubriendo el recorrido indicado por las diferentes marcas siguiendo el orden alfabético). Hay una parte en que se fusiona con el recorrido corto. En este trayecto, a diferencia del anterior, podemos contemplar el interior de la serranía y el esplendor del río Irati en todo el escenario que se nos muestra. El recorrido total es de unos 5,5 kilómetros con un desnivel de 175 metros. Aunque se suele realizar en dos horas, a nosotros nos gusta hacer paradas para contemplar el escenario, refrescarnos o tomar algún alimento mientras disfrutamos del paisaje. Tampoco perdemos oportunidad de realizar fotografías durante todo el itinerario. De este modo,  conseguimos doblar el tiempo previsto. Eso sí, acabamos la etapa totalmente descansados.

Aparte de las cosas esenciales como un buen calzado y una mochila ligera con algo de bebida y de alimentación es indispensable proveerse de una gorra o un sombrero para taparse del Sol: en el trayecto por la serranía no hay sombras. También un plano y una brújula nos servirán para orientarnos durante el trayecto. Además, y esto es muy importante en este itinerario, hace falta llevar una linterna o la aplicación de linterna (la app de turno) para el móvil, ya que la tendremos que usar en un punto determinado en el interior de uno de los dos túneles por los que hemos de transitar, según os explicamos más adelante.

También os aconsejamos llevar unos prismáticos ya que son fácilmente observables buitres leonados y otras aves en diversas zonas del trayecto.

Una de las dudas que resolvemos rápidamente a la hora de empezar el trayecto es decidir qué sentido tomamos: si directamente hacia el cañón o si nos dirigimos hacia el interior de la serranía. Para salir de dudas acudimos al plano. Lo primero que observamos en él mediante la visualización de las curvas de nivel es que hay una única zona de fuerte pendiente en la marca D.

Somos de los que preferimos ascender suavemente para luego realizar una bajada súbita antes que ascender bruscamente por una fuerte pendiente para después ir descendiendo paulatinamente. De esta forma nos encaminaremos, no en dirección al cañón, que es lo típico, sino que tomaremos el desvío a la izquierda que hay justo antes de llegar al primer túnel (está señalizado todo el recorrido con marcas verdes y blancas) e iniciaremos el itinerario mediante un ligero ascenso a través de un sendero con unas vistas interesantes sobre la serranía.

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Al ir tomando ascensión se aprecia la magnificencia del espacio abierto. Al fondo y detrás de unas tierras de cultivos los cortantes barrancos de la sierra dan cobijo a grupos de buitres. Es fácil verlos en la lejanía planeando sobre los cultivos buscando presas que atrapar. Olores y sonidos nos envuelven mientras el sol cae sobre nosotros sin poder apreciar ningún punto con sombra en todo este espacio. Los primeros sudores comienzan a aparecer. Un paisaje de matorral nos recuerda a espacios mediterráneos. Hace años todo este lugar era lleno de bosques de carrasca pero, paulatinamente, la agricultura fue ganando terreno en este espacio natural. Hoy en día aún se pueden entrever algunos jóvenes ejemplares a ambos lados del sendero. Seguimos ascendiendo suavemente.

El sendero se abre y llegamos a una amplia zona con cultivos que están totalmente abandonados en una larga meseta (marca B). En este terraplén aparecen antiguas cabañas en desuso, algunas de ellas en precario estado de conservación. Tomillo, espliego y otras plantas herbáceas campan por todo el lugar esparciendo aromas que nos llenan de buenas sensaciones los pulmones.

Seguimos el sendero, ya por niveles llanos y a máxima cota de la ruta, a la vera de una línea de red de alta tensión que crepita a nuestro paso.

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Llegado un momento una señal en el trayecto nos indica un cambio de dirección y el camino tuerce a mano derecha (marca C) y empezamos un rápido y, en algún momento, vertiginoso descenso que nos llevará a un cortante donde podemos observar por encima nuestro el majestuoso planeo de los buitres leonados. Aquí aprovechamos para hacer un alto en el camino. Con los prismáticos aprovechamos para observarlos y disfrutar del momento. Van pasando uno tras otro por encima de nuestras cabezas oteando todo a su alrededor y realizando vuelos concéntricos aprovechando las térmicas del lugar.

Aunque es posible ver algún alimoche, algún quebrantahuesos o, incluso, alguna águila real, no los conseguimos observar.

Unas vistas sobre el frente nos hacen entrever la situación donde se encuentran los restos arqueológicos romanos de Liédena pertenecientes a una villa romana. Es un peculiar enclave de varias viviendas en un marco paisajístico envidiable.

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Desde nuestra posición también se observan cultivos a lo largo de todo el valle. Éste se nos abre ante nosotros y proporciona una rica zona de cultivo una vez que el río ya ha salido de la garganta y discurre de forma sosegada por el plano.

Seguimos descendiendo por un pequeño sendero y alcanzamos la antigua senda ferroviaria por donde circulaba el tren de Irati. Es un camino de vía verde de unos seis kilómetros de longitud. De él sólo haremos un tramo del mismo. Unos interesantes paneles informativos ubicados a pie de vía nos muestran y explican cuál fue su historia.

Este ferrocarril fue el primer tren eléctrico de pasajeros en circular en España. Su recorrido discurría a lo largo de 58 kilómetros entre Pamplona y Sangüesa. Se inauguró el 23 de abril de 1911. Inicialmente cumplía una misión de transporte de masa forestal desde los bosques de Irati, más al norte, hasta la fábrica de Aoiz. Eso también proporcionó un medio de transporte para los habitantes y viajeros de estas comarcas. A partir de 1939, tras finalizar la guerra civil, el autobús comenzó a dominar los medios de transportes de pasajeros en toda esta zona y empezó a quitarle pasajeros al tren causando que la empresa propietaria iniciara un declive comercial. En la década de los cuarenta, un incendio en sus cocheras y varios descarrilamientos con algún caso de muerte acabaron por dar la estocada final a este medio de transporte: las pérdidas eran ya tan importantes que fue imposible hacerles frente. El 31 de diciembre de 1955 el Irati realizó su último viaje. A modo de nota anecdótica, dos días después, el dos de enero de 1956 empezaron a ser desmanteladas las vías del tren por los propios operarios que habían realizado durante años las tareas de su mantenimiento.

Seguimos andando por la senda llevando el cauce del río a mano izquierda mientras seguimos el antiguo camino que se ha convertido en una atractiva vía verde. Desde aquí seguimos avanzando hasta alcanzar la entrada del túnel. Si continuamos el camino un poco más allá, sin entrar en el túnel, podemos contemplar el puente del Diablo, del siglo XVI, destruido durante la Guerra de la Independencia, allá por 1812. Hay que tener cuidado porque su acceso es peligroso.

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Penetramos en el túnel de 216 metros de longitud, atravesando la roca, emulando el antiguo paso del tren. Todavía se observan algunos restos de la antigua instalación eléctrica en los techos y paredes del túnel. La luz se va apagando conforme vamos avanzando hasta llegar a una zona de oscuridad absoluta en un ángulo muerto del recorrido. Aquí nos hace falta la linterna, pues no hay ninguna entrada de luz. Andas unos diez metros y ya se vuelve a vislumbrar de nuevo la luz al otro lado del túnel (nunca mejor dicho). Pararse en este punto de oscuridad total es una sensación extraña en la que la pérdida de este sentido te deja fuera de lugar. Y eso que los ojos permanecen abiertos.

Unos pasos más allá y regresamos a la claridad.

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Al salir del túnel se nos abre el esplendor de la foz del río Lumbier, un bello desfiladero de unos 1.300 metros de longitud con una expresión geológica que es pura poesía visual. Lo recorremos bajo las sombras de sus cornisas naturales en un formidable paraje. Cabe recordar aquí que este enclave está declarado Reserva Natural desde 1987. Y no es para menos. Es un desfiladero de altas y verticales paredes donde arbustos y árboles se agolpan en los pequeños huecos y cavidades para emerger con fuerza de la propia roca, conformando un paisaje natural muy bello.

El río transcurre a nuestra izquierda en la parte baja de la garganta, con su rápido pasar. Algún roquero se nos cruza por el camino escondiéndose entre las ramas de los árboles que nos circundan. Son difíciles de divisar pues son rápidos.

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Una parada para observar el lugar coincide con el paso de unos kayakistas aprovechando la corriente del Irati para sortear los obstáculos rocosos que el río posee en su cauce, lo cual nos recuerda que el río fue en otra época una importante vía fluvial para transporte de madera mediante la construcción de almadías.

En este ecosistema fluvial el barbo es el pez dominante aunque también se pueden encontrar truchas o gobios entre otros.

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Seguimos avanzando y contemplando el lugar. Llegamos a un segundo túnel de 167 metros de longitud, esta vez con algo de luz natural. Antes de atravesar el túnel realizamos una última mirada hacia atrás con tal de obtener una última visión de este magnífico espacio natural. Al salir del túnel alcanzamos el final del trayecto. Una fuente de agua potable hace las delicias para refrescarnos y quitarnos la sudor que nos envuelve. En una zona de pícnic adyacente aprovechamos para tomar un refrigerio. Es hora de sacar una barra de chocolate de nuestra mochila y degustar dulces mordiscos: todo un pequeño placer.

Al llegar al aparcamiento, una parada en la zona de servicios nos aligera de peso y nos montamos en el vehículo. Antes de arrancar rememoramos las sensaciones encontradas en este bello lugar, un enclave donde la geología se ha aliado con la belleza para representar y crear un fructífero paraje donde la naturaleza explota de esplendor y nos hace percibirla en estado puro y, hasta cierto punto, salvaje. Dos espacios diferentes, serranía y desfiladero, que se muestran en perfecta simbiosis. Es una ruta, que sin la antigua construcción del ferrocarril, probablemente seguiría siendo poco conocida para el viajero común, pero que con la reutilización de este espacio como vía verde se ha sabido implementar la actividad humana en un orden natural muy interesante.

Nos vemos en un próximo rincón. Un saludo desde estas líneas.

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