1945 BERLIN

Carros de combate en pleno centro de la ciudad

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Hoy nos vamos a internar en un espacio situado en el centro de Berlín, en pleno parque de Tiergarten. Es el Memorial de Guerra Soviético. Un monumento que suele pasar desapercibido a los visitantes de esta ciudad, pero que ha tenido mucha simbología por la historia reciente de esa urbe y ese país. Ocupa un espacio que fue dramáticamente devastado por los acontecimientos finales de la segunda guerra mundial.

Como consecuencia del reciente estreno de la película bélica “Corazones de acero” dirigida por David Ayer y protagonizada por Brad Pitt, en el que se narra la convivencia de unos tripulantes de un carro de combate del ejército estadounidense durante los últimos días de la segunda guerra mundial, en suelo alemán, voy a trasladarme a la capital germana para descubrir este curioso espacio berlinés, donde los tanques también toman la iniciativa, aunque sean de otro ejército aliado: el ruso.

Quién se puede imaginar que en pleno centro de Berlín,  a tan sólo unos pocos pasos del Reichstag (un bello edificio donde se ubica el Parlamento) y de la Puerta de Brandeburgo (el lugar más emblemático de toda la ciudad), se encuentran ubicados dos tanques T-34 que pertenecieron al ejército ruso que en 1945 participaron en la toma de la ciudad (uno de los últimos episodios que forman parte de la denominada “batalla de Berlín” y que desembocarían en el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa).

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El monumento consta de una columna, realizada con bloques de granito provenientes de la Cancillería (la cual fue totalmente destruida por los bombardeos sufridos), que sirve de pedestal a un soldado soviético realizado en bronce, de unos ocho metros de altura aproximadamente. En esta columna aparecen inscripciones doradas exaltando la victoria soviética. El combatiente lleva su fusil al hombro. A ambos lados de la columna se alzan otras seis menores, unidas entre sí, donde se relacionan los nombres de los soldados rusos que cayeron allí en estos últimos días de la guerra. Este conjunto está flanqueado por dos piezas de artillería y dos carros de combate soviéticos T-34 colocados encima de pedestales (los cuales no se observan en la fotografía superior). Detrás del monumento se encuentran las sepulturas de unos 2.500 soldados de esa nacionalidad.

El monumento fue levantado pocos meses después de la caída de Berlín, en lo que entonces era una ciudad en ruinas, una ciudad devastada por una guerra brutal que llegó al mismo corazón del país. La construcción se erigió en recuerdo de los caídos del Ejército Rojo, en el lugar en el que se batalló. Hoy esta zona ocupa un espacio aledaño a la vía 17 de junio (Strasse des 17. Juni), que es la vía principal que nos conduce a la Puerta de Brandeburgo.

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El T-34 fue un carro de combate que fue la base blindada del ejército soviético durante la segunda guerra mundial. Se inició su producción en 1940 y en sus diferentes versiones fue el tanque soviético más producido durante todo el conflicto. Fue un tanque de tamaño medio, con una potencia de fuego, una versatilidad y un blindaje que fue aumentando conforme iba transcurriendo la guerra. Fue una pieza fundamental en los diferentes ejércitos rusos y arma de punta de lanza en el asalto a la ciudad.

En los laterales y frontales de los dos blindados se observan pequeñas ofrendas en forma de flores rojas y cintas del mismo color  en memoria de las víctimas.

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Pero, también, el monumento es sinónimo de sometimiento a un pueblo, el alemán, básicamente por motivos políticos y esto creó muchos problemas y prejuicios. Cuando se alzó el Muro de Berlín, años más tarde, el memorial (con amplias connotaciones comunistas) quedó en el sector británico de la ciudad, en el llamado Berlín occidental: extraña paradoja. Las protestas llegaron a tal punto que el monumento tuvo que ser protegido por tropas británicas debido a la provocación que suscitaba tenerlo en esa ubicación.

Es un lugar placentero, amplio y tranquilo, donde el pasear y el contemplar son una buena excusa para visitarlo. La naturaleza que lo rodea en pleno centro de Berlín hace el resto. No está mal pararse, pensar y meditar en lo que representa, en lo que se vivió en este mismo espacio hace unos 70 años y darse cuenta que los fanatismos son malos aliados de las nobles causas y que la historia está para comprenderla y aprender de ella y para no volver a cometer los mismos errores generación tras generación. ¡Y ya llevamos varias generaciones desde entonces!

Un saludo desde estas líneas.

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