Desde cualquiera de las calles adyacentes a la Plaza Colón, en Barcelona, se puede observar al fondo un alto monolito encumbrado en una figura que señala el horizonte. Al irnos aproximando llegamos a una extensa plaza con forma elipsoidal en cuyo centro se encuentra este impresionante monumento, que se encuentra dedicado al descubridor de América.
Este enclave fue todo un orgullo para la ciudad durante la Exposición Universal de Barcelona de 1888 e icono de la misma. Actualmente se encuentra en el centro de una rotonda, en forma de elipse, donde un tráfico fluido apantalla la visión de su pedestal. Hay que esperar a que alguno de los muchos semáforos que rodea la circunvalación se ponga en rojo para proceder a contemplar con una visión plena y limpia de vehículos esta inmensa obra. Muchos ciudadanos la visitan a cualquier hora y a cualquier momento, y toman múltiples fotografías de ella desde un sinfín de ángulos, ya que se encuentra en una encrucijada entre La Rambla (auténtico distribuidor de flujo de esta parte de la ciudad entre el interior de la ciudad y el puerto) y el Paseo de Colón (paralelo al litoral). Con unos vecinos de lujo como el World Trade Center (un centro de convenciones), el edificio de Aduanas, las Drassanes Reials de Barcelona (antiguas atarazanas y convertido en la actualidad en Museo Naval) o el Maremagnum (un centro comercial con unas interesantes vistas sobre el puerto) tiene el privilegio de ser la entrada por el mar a la ciudad por una de las calles más encantadoras y llenas de vida de esta gran ciudad: La Rambla.
El monumento no pierde ningún interés rivalizando de tú a tú con sus insignes vecinos. Barcelona no podía darle mayor protagonismo a este navegante, del que se tiene constancia de su llegada a esta ciudad en uno de sus viajes a América. Aunque ese protagonismo desembocado en un monumento llegó después de diversos intentos, todos ellos durante el siglo XIX. Ya hubo un primer intento en 1851, pero finalmente se dedicó la columna al almirante Galcerán Marquet, que se encuentra en la actual Plaza del Duque de Medinaceli. Después, en 1881 se trazó un nuevo intento que fructificó en la actual instalación, monumento que se inauguró el 1 de junio de 1888, toda vez que ya se encontraba inaugurada la Exposición Universal, que ese mismo año tuvo lugar en esta bella ciudad mediterránea.
La obra fue proyectada por Gaietà Buïgas i Monravà y supuso toda una revolución al tener que realizar un movimiento de grandes figuras de fundición y de gran peso a una altura considerable (todo el monumento mide 57 metros) y todo ello en un espacio recién ganado al mar. Esto conllevó unos problemas de asentamiento del monumento que supuso un incremento presupuestario importante, difícil de sufragar. Para conseguir su construcción fue necesario realizar una espectacular estructura de andamiaje (realizado por el arquitecto Juan Torras Guardiola), que mantuvo la controversia sobre su seguridad durante toda la obra. Esta estructura se apoyaba sobre cuatro pilares de 60 metros de altura, que se encontraban conectados mediante tres galerías y coronado con una meseta. Esta obra paralela (y efímera) fue primordial para poder realizar todo el proyecto y, a la vez, dio mucho que hablar y criticar en la época.
Como uno puede observar el monumento se organiza en tres zonas, siendo la primera una base circular con tramos de escaleras donde ocho leones se encuentran ubicados de dos en dos y en dos posiciones bien diferenciadas. Los que miran a mar y a interior se encuentran sentados, mientras que los otros cuatro se encuentran de pie.
Es fácil fijarse como familias enteras los aprovechan para dejar constancia de su visita al monumento mediante imágenes fotográficas. Muy a menudo se pueden contemplar niños y niñas subidos a sus lomos en una ya clásica atracción turística. Aunque no es difícil ver también parejas de enamorados haciéndose “selfies” ante estos monstruos inanimados o transeúntes, que sencillamente, toman un descanso en su base.
Además, el conjunto se encuentra ornamentado por ocho bajorelieves con escudos de las provincias españolas, además de cuatro estatuas con alegorías a Cataluña, Aragón, Castilla y León. También se encuentran diferentes escenas de Colón como descubridor del Nuevo Mundo, escenas que son muy interesantes de contemplar, pues aparece grabada parte de la historia del descubrimiento. Es en esencia un libro abierto donde se contemplan los logros de aquella epopeya.
Una segunda zona es la columna de hierro, donde en su interior se encuentra un ascensor. En ella son llamativas las carabelas con dos grifos que sostienen el escudo de Barcelona , y las famas aladas, típicas figuras de monumentos del siglo XIX. En su capitel se encuentran escenas de América, África, Asia y América. Por encima una corona y una semiesfera (con un mirador) dan paso a la tercera zona.
En esta tercera zona se encuentra la estatua de Colón, motivo del monumento, que posee una altura de 7,2 metros y fue realizada en bronce por Rafael Atché. El navegante aparece ataviado según los modos de la época del descubrimiento con una postura corporal muy diferente de como fue proyectada. En el proyecto se hizo un boceto en la que la figura se disponía con la mano izquierda agarrando una bandera, teniendo la derecha sobre su pecho.
Esta composición no gustó y finalmente se optó por la actual en la que la figura mantiene extendido el brazo derecho con el dedo índice señalando al horizonte, mientras que la mano izquierda sostiene una carta de navegación.
Una de las notas discordantes que posee esta figura, y fácil de descubrir por parte del observador, es la dirección que toma el dedo índice en forma de dirección hacia el Nuevo Mundo, ya que no señala hacia América. Si uno se ubica de forma correcta en el espacio se da cuenta que señala hacia el interior del Mediterráneo, en dirección contraria a América. Esto ha llevado durante mucho tiempo a una multitud de teorías explicativas y grandes debates creando controversia del porqué de esa orientación. La que parece cobrar más lógica es la que explica que se señala al mar a modo de alegoría del descubrimiento ya que se llegó «a través del mar» (aunque el Nuevo Mundo se encuentre en dirección diferente). Si se hubiese señalado correctamente a América, la mano señalaría hacia La Rambla, hacia el interior de la tierra, señal un poco desconcertante del descubrimiento del continente «a través del mar», ya que caería a la espalda del navegante.
A nivel anecdótico, otras teorías, que actualmente no son tomadas como serias, señalan como destino de la dirección, el punto de partida de la expedición que tuvo lugar en Palos de la Frontera (Huelva), o el de un barrio de Palma de Mallorca (en las Baleares) denominado, precisamente, Génova, a igual modo que su presunto lugar de nacimiento. Barcelona, con esta columna, se encontraba a finales del siglo XIX, a la altura de otras grandes ciudades donde se idolatran a otros grandes personajes de la historia, como Napoleón en París, el almirante Nelson en Londres o Federico el Grande en Berlín.
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